Una mujer llena de Dios
Introducción
Una mujer llena de Dios es una mujer que va por la vida reflejando al Dios que lleva dentro, una mujer fuerte, valiente, guerrera… ¡santa! Eso es lo que necesita el mundo de hoy.
En esto como en tantas cosas la Virgen María es nuestro modelo porque es la mujer más llena de Dios. Precisamente en el Ave María descubrimos que el ángel la saluda así: «Dios te salve María, “llena eres de gracia”». Es decir, estás llena de Dios, de su Espíritu, de su amor…
En el Ave María se nos da el secreto para poder ser mujeres llenas de Dios. El ángel le dice: «El Señor está contigo». Entonces, para ser una mujer llena de Dios, necesitas que Él esté contigo y, por supuesto, que tú estés con Él.
Para estar llena necesitas primero estar vacía
Vacía de ti misma
Solo se puede llenar lo que está vacío, es decir, que para poder ser llena de Dios, necesitas primero vaciarte de ti misma. Dios no puede llenarte de su presencia si tú estás llena de ti misma, llena del mundo. Es necesario que te vacíes de tu «Yo», que te vacíes del «mundo», para poder ser una mujer llena de Dios.
Vaciarte de ti misma equivale a convertirte cada día, a morir a ti misma, a despojarte de todo lo que no deja a Jesús ser el Señor de tu vida. Por eso piensa: ¿De qué tienes que vaciarte? ¿A qué tienes que renunciar? ¿Qué pecado tienes que hacer a un lado? ¿Qué está desfigurando en ti la imagen de Dios? ¿Qué es lo que no te deja reflejar el rostro de Dios?
Ser llamada a servir al Señor es un gran honor, un gran privilegio, pero también es una gran responsabilidad. Tú que has sido llamada para ser madre, debes saber que Dios ha puesto en ti una gran misión: debes ser líder de tus hijos. Y el líder tiene que reflejar la imagen de Dios en todo lo que hace.
Por eso ¡qué importante es que tú seas una mujer llena de Dios! Que reflejes a Dios en tu vida, que cada día te conviertas al Señor en aquellos rasgos en los que no lo estás reflejando, en los que no estás siendo llena de Dios.
Algunas formas prácticas para vaciarte de ti misma

Si quieres reflejar a Dios con tu vida debes ser una mujer de disciplina, debes llevar un plan de vida, un orden, un proyecto de vida. Debes tener establecidos tus tiempos de oración, y de vez en cuando debes tener un tiempo especial para revisar tu proyecto de vida y descubrir aquello en lo que estás fallando, aquello en lo que debes cambiar. Porque el propósito general de tu vida debe ser estar llena de Dios, ser una mujer que refleje la imagen de Dios.
El llamado que Dios te ha hecho es reflejar su imagen. Pero tienes que empezar por vaciarte de ti misma, de esos aspectos de tu vida en los que no reflejas a Dios.
Aceptando el Señorío de Jesús
Vaciarte significa también aceptar el Señorío de Jesús totalmente en tu vida, es decir, en todas las áreas de tu vida. A veces el Espíritu Santo por medio de algún hermano, o de tu director espiritual te sugiere un cambio y tú le argumentas: «¡No puedo cambiar!». Eso equivale a decirle a Jesús que en esa área de tu vida Él no es tu Señor, porque allí pesan más otras cosas que su gracia.
Necesitas estar dispuesta a cambiar. Proclama el Señorío de Jesús en cada área de tu vida. Toma como modelo a María, que vivió en plenitud esta experiencia de estar sometida a Dios en todo. Esto lo puedes ver claramente en su fiat: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Reflexiona: ¿En que áreas de tu vida Jesús no es el Señor? Invita a Jesús para que venga a tu vida, a todo nuestro ser, y que así Él sea tu Señor.
Amando la cruz
Vaciarte también significa vivir en la cruz cada día, imitando a Jesús y a la Virgen María. Pregúntate: ¿Qué tanto amas la cruz? ¿Qué tanto amas tu cruz de cada día? ¿Vives arrastrando tu cruz o la abrazas con amor y alegría?
Cuentan que una mujer se quejaba de su cruz y todos los días le pedía al Señor que se la cambiara. Cierto día entró en una tienda de cruces, y decidida a buscar una cruz más «a su medida» comenzó a ver algunas. Sin embargo no encontraba ninguna que le gustara: unas eran muy chiquitas, otras muy grandes, otras muy pesadas… Por fin vio una que le agradó, le parecía perfecta para ella, con el tamaño y el peso adecuados. Entonces le dijo al Señor que justo así era la cruz que ella quería, que por favor le diera esa en lugar de la que ella llevaba. Pero el Señor le respondió: «¡Esa es justamente la cruz que yo te di, esa es tu propia cruz!».
No vivas como esa mujer, quejándote por lo que te toca sufrir. Hay demasiado dolor desperdiciado en el mundo. Si no aceptas tus sufrimientos, si no los unes a la cruz de Cristo, tu dolor se pierde y no sirve para nada, es estéril. ¿No sería mucho mejor que en lugar de estarte quejando todo el día, desperdiciando esa oportunidad que tienes de salvar almas con tu sufrimiento, te unieras a Cristo para conquistarle almas?

¿Cómo puedes amar tu cruz?
Hay muchas formas de vivir la cruz, de hacerla fructífera, de darle sentido a tus sufrimientos… Soportando con paz y sin quejarte el cansancio, el dolor físico; viviendo sin amarguras la humillación, las ingratitudes, los problemas de la vida familiar…
Esto se logra estando, como María, a los pies de la cruz, viviendo como mujer contemplativa. Ponte muchas veces al pie del Sagrario. Allí está Jesús crucificado y resucitado. Allí aprenderás de Él a estar en la cruz.
Otra manera es estar junto a la cruz de los hermanos que sufren, porque Jesús está crucificado en ellos: ofrecerles consuelo, unirte con amor a sus padecimientos, orar por ellos, ayudarlos tanto como puedas… Todo esto es vivir la cruz.
Viviendo los valores del Reino
Vaciarte implica también vivir los valores del Reino. Porque para eso debes rechazar los antivalores del mundo, no aceptar las tentaciones del diablo y de la carne. Vivir la humildad, vacía de soberbia; vivir en la verdad y en la luz, vacía de la mentira y de las tinieblas; vivir en obediencia, vacía de tu yo, de tu rebeldía; vivir en pobreza, en perdón, en castidad… ¡Vivir en santidad!
Para vivir todos estos valores del Evangelio necesitas vaciarte de ti misma, de aquello que el mundo tes ofrece, de aquello que tu naturaleza te exige, de aquello que el diablo te sugiere.
¿Cuánto te esfuerzas por llenarte de los valores del Reino? ¿Cuánto te esfuerzas por llenarte de luz, de la Palabra? ¿Cuánto te esfuerzas por vaciarte del pecado y llenarte de santidad? A veces hay pecados que consideras «pecadillos», y no les das importancia. Pero no dejan de ser pecados y tú estás llamada a vivir en santidad, estás llamadas a reflejar a Dios, y aun esos «pecadillos» borran la imagen de Dios en ti.
¿No te has fijado como, si dejas por mucho tiempo las flores en un florero, empieza a oler muy mal? Por más pequeño que sea el florero produce un olor muy desagradable en el ambiente. Así son esos «pecadillos»: por muy pequeños que sean te impiden reflejar a Dios.
Haciendo tuyas las Bienaventuranzas

Vaciarte significa vivir las Bienaventuranzas. Quien las vive realmente es santo, porque ellas son el lenguaje de los santos, son el lenguaje de Dios, del Reino de los Cielos. Por eso provocan rechazo a nuestra lógica humana, llena de ideas del mundo y por eso es necesario que te llenes de los mensajes de la Palabra de Dios.
Las Bienaventuranzas deben ser el estilo propio de las mujeres que saben vaciarse plenamente. Esta es una manera de vaciarse: valorar, meditar y vivir lo que las Bienaventuranzas nos proponen en medio de un mundo que va en contra de los valores cristianos.
Cumpliendo de corazón el primer mandamiento
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas» Esto implica que necesitas estar vacía de todos los demás afectos y amores. no quiere decir que no ames; al contrario, vas a amar con más intensidad a aquellos que te rodean, pero tendrás como centro de ese amor a Dios, que es la fuente de todo amor verdadero.
Vivir el primer mandamiento es tener a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo como el Amado de tu corazón, como el Amor de los amores, como la máxima motivación de tu vida, viviendo solo para Él. Y no pienses que esto es solo para las religiosas o las consagradas. ¡No! Todos los bautizados estamos llamados a tener al Señor como el Amado de nuestro corazón porque todos somos consagrados a Dios por el Bautismo. Esto es lo que realmente plenifica la vida.
Solo Dios merece llenarte
En realidad el único y gran problema del ser humano es el problema afectivo, y de este problema se derivan todos los demás. Por lo tanto, quien resuelve este problema afectivo, tiene resueltos todos sus problemas personales. El ser humano tiene más capacidad de ser amado que de amar. Esto quiere decir que nadie podrá llenarte, y por mucho que puedan amarte los que te rodean, siempre va a quedar un vacío en tu corazón.
Nadie tiene la capacidad suficiente para amarte y dejarte plena. Solo Dios podrá hacerlo, como ya bien lo decía San Agustín: «Señor, he sido creado para Ti y solo hasta que descanse en Ti estaré pleno». En este mismo sentido Santa Teresa decía: «Solo Dios basta». Solo Dios puede llenarte, solo Él te dará plenitud, solo Él puede llenar tu copa hasta hacerla desbordar.
Por otra parte, solamente hasta que estés plena podrás darte. El conflicto afectivo está en que el ser humano espera que los otros lo plenifiquen, espera encontrar en los demás todo el amor que su corazón anhela. Pero siempre estará insatisfecho, porque el único que puede llenar su corazón es Dios, ya que fuimos creados para Él. Por lo tanto todos -hombres y mujeres, solteros y casados, religiosos y laicos- necesitamos vivir el amor de Dios como nuestro único amor, que nuestro corazón sea plenamente de Dios.
Medios para ser una mujer llena de Dios
Vive como esposa de Cristo
Toda la Iglesia es la Esposa de Cristo, y nuestra relación con Cristo en el Cielo será solo esa, pero ya desde ahora podemos empezar a vivir esa unión con Jesús. Todos estamos llamados a vivir esta experiencia con Dios como el Amado.
Solo si tienes esta vivencia puede estar tu copa hasta el borde, rebosando, desbordándose. Cuando tengas esta plenitud con Jesús podrás estar desbordando de paz, de felicidad, de amor, de esperanza, de alegría… más allá de los problemas, de lo que te toque vivir.
Para estar llena de Dios, necesitas que tu vida afectiva esté centrada en Dios. Esta relación de «amada» con Dios es la que te dará la fuerza para vivir la cruz. Por eso es necesario que reavives tu primer amor, que reavives aquel momento cuando te encontraste con Dios. Debes renovarlo y tenerlo siempre vivo y presente; solo eso te ayudará a soportar las adversidades.
Cultiva una fuerte vida de oración

Otro medio para ser una mujer llenas de Dios es tener una relación profunda con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es sumamente importante que cultives una profunda vida de oración cada día, buscándole como dice el Salmo: «Como jadea la sierva tras las corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Señor» (Sal 42,2).
Busca cada día renovar esa sed de Dios, estar más con Dios. En la anorexia la persona va dejando de comer y va perdiendo cada vez más el apetito, hasta que deja de comer por completo. Si no se atiende puede llegar a la muerte. Exactamente lo mismo le puede pasar al espíritu: si no te esfuerzas por ser una mujer de oración llegará el día en que mueras espiritualmente. Porque en la vida espiritual no te puedes estancar: o retrocedes o avanzas, pero nunca te quedas fija.
La vida de oración requiere disciplina. Así lo explica San Pablo: «Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita» (1Co 9,25). En el deporte si no se sigue una disciplina no se alcanza la meta deseada. Lo mismo te puede pasar si no sigues una disciplina en tu oración.
La inconstancia y la indisciplina no hablan de una mujer sedienta de Dios, no hablan de una mujer disciplinada, esforzada. Todo esto es un combate: ni tu carne, ni el mundo, ni el enemigo quieren que tú ores, y es por esto que deberás exigirte muchísimo en esta área.
Conviértete en mujer de la Palabra

Otro elemento que te permite ser una mujer llena de Dios es ser mujer de la Palabra de Dios. San Juan 14,23, Jesús dice: «Si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23).
Entonces si guardas, meditas y vives la Palabra, Dios hará morada en tu corazón. Por eso también es importante que en tu horario tengas un momento fijo cada día para leer la Palabra de Dios. En estos artículos encontrarás muchas ideas y consejos para hacer cada vez más fructífera tu lectura de la Palabra:
- Dos motivos y siete condiciones necesarias para leer la Biblia.
- Sencillo plan de lectura bíblica para que pongas en práctica.
- Diez consejos para que tu lectura bíblica dé frutos en tu vida.
- La Lectio Divina: el secreto para enamorarse de Dios.
Enamórate de la Eucaristía
Otra forma de estar llena de Dios es alimentándote con la Eucaristía. Las palabras de Jesús son clarísimas al respecto: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,56).
Es muy importante, entonces, que luches para estar en gracia de Dios, te confieses periódicamente y comulgues frecuentemente, si es posible todos los días. Necesitas alimentarte para poder fortalecerte, para poder defenderte y defender a otros del mal. En este artículo te explicamos por qué es tan importante que te nutras de Jesús en la Eucaristía.

Vive en alabanza
Si quieres ser una mujer llena de Dios, también debes ser una mujer de alabanza, vivir en alabanza constante, practicar la alabanza en la oración, escuchar alabanzas.
Debes procurar siempre que en ti reine la alabanza y no la queja, ya que la queja es el lenguaje del enemigo, mientras que la alabanza es el idioma del Reino de los Cielos. Tienes que ser una mujer radical frente al mundo, tu casa (tanto tu casa material como tu casa interior) debe estar realmente penetrada de alabanza y de oración.
En estos dos artículos puedes encontrar información sobre esta bella manera de orar:
Desarrolla el don de lenguas
Otro medio para llenarte de Dios es orar mucho en lenguas, ser constante en la oración en lenguas. Así lo recomienda San Pablo: «El que habla en lenguas se edifica a sí mismo» (1Co 14,4). Este don te edificará mucho a ti misma, todos los demás dones son para edificar y fortalecer a los demás, pero el don de lenguas es para fortalecerte a ti misma, para tener fuerza en el Espíritu. Próximamente publicaremos algunos artículos sobre este don.
Reza el Santo Rosario

El rezo del Santo Rosario nos llena de la presencia de Dios. El Ave María es un idioma de ángeles y de santos, hace que se impregne el ambiente de la presencia de Dios y sobre todo que se impregne nuestra vida de Dios. Rezar el Santo Rosario te llevará a ser una mujer contemplativa, porque en él contemplamos los misterios de Cristo con los ojos de María.
Alimenta tu interior
Por último, otra manera de ser una mujer llena de Dios, es escuchando enseñanzas, música cristiana, reunirte con personas que te hablen de Dios, leer libros espirituales… Recuerda siempre que lo que oyes, lo que ves, lo que lees, todo lo que entra por tus sentidos se graba en tu corazón y va formando en ti como un ambiente interior donde puede habitar Dios.
Conclusión
Estás llamada a ser una mujer llena de Dios. Esa es tu vocación, esa es tu plenitud.
Si Dios habita en ti serás esa mujer nueva que el mundo de hoy tanto necesita; si Dios te llena podrás ser esa luz, ese soporte para la humanidad.
Mujer: ¡anímate a vivir esta aventura! Dios espera mucho de ti.
¿Te gustó este artículo?
¡Recibe un aviso cuando publiquemos otro!
Reaviva, fortalece y acrecienta tu formación como mujer cristiana con la buena lectura que aquí te ofrecemos…

Mujer, sé lo que eres: la obra más hermosa de la creación, la imagen de Dios para el mundo
Un libro en el la que Madre Isabel de la Cruz Crespo Ruiz, Discípula de Jesús, hace una profunda reflexión acerca de la enseñanza de la Iglesia sobre la identidad, la dignidad y la vocación de la mujer.
¡No puede faltar en tu biblioteca, mujer cristiana! Su lectura te animará a vivir enamorada de Dios, de la vida y de tu identidad de mujer.
¡Pide el tuyo ahora!
Envíanos aquí un mensaje para solicitarlo o pedir información:
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!