Tu identidad femenina: Un encuentro con el Dios que te ha creado mujer
Reconoce y reafirma tu identidad femenina
Cuando hablamos de «identidad» nos referimos al conjunto de rasgos y características que diferencia a un individuo o grupo de individuos del resto. Por tanto, decir «identidad femenina» implica hacer referencia a todo aquello que hace que tú seas mujer.
Reafirmar tu identidad supone, por lo mismo, que tú sepas qué significa ser mujer, y que, al mismo tiempo, tengas claro el concepto de ti misma, de lo que eres. Que sepas con certeza quién eres.
La autenticidad, el ser genuino de algo que ha sido creado, se mantiene por el testimonio de su creador, de su hacedor. ¿Quién mejor que su fabricante sabe para qué sirve un aparato y cómo funciona? Nadie como él sabe lo que es y lo conoce a la perfección. Nadie como él lo puede reparar, es decir, volverlo a la originalidad de su ser, de su creación. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón de que él lo ha hecho.
Así también Dios… Nadie sabe mejor que Él quién eres y cómo eres. No hay quien te conozca más perfectamente que Él. Y solamente Él puede restaurarte y sanarte completamente, ya que es Él quien te soñó y te pensó así, como eres, y por eso así te creó.
Cuando no hay identidad, hay confusión

Nunca como hoy se ha hecho tan necesario que la mujer afirme su identidad femenina. Y tú solamente podrás hacerlo si tienes clara tu propia imagen, el concepto de ti misma. Cuando no tienes claridad en esto experimentas confusión: desconoces quién eres o tienes falsos conceptos sobre ti misma que te llevan a la incertidumbre y aumentan tu confusión.
Ante la gran oleada de confusión que nos rodea en el mundo, es imprescindible y urgente que consolides tu identidad femenina. Y lo mejor para ello es recurrir a Dios, tu Creador.
Es fundamental que conozcas y sepas quién eres para Él. Debes saber por qué te creó y cuál es el plan que Él tiene para tu vida, cuál es tu misión, por qué te hizo mujer.
¿Quién eres tú para Dios?

Te invitamos ahora a que descubras esta realidad, para que así puedas afianzar y fortalecer tu concepto de ti misma, tu propia identidad femenina.
Eres un prodigio
La Palabra de Dios dice que eres hechura de sus manos:
«Porque Tú has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi madre; te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios tus obras…»
(Sal 139,13-14)
¡Prodigio soy, porque prodigio son todas tus obras!
¡Te llama prodigio! Es decir, maravilla, obra de sus manos… Aún más, podríamos decir: ¡obra de su Corazón!
Por tanto no dudes jamás en afirmar: «Soy hechura de las manos de Dios… Soy una maravilla… ¡Soy un prodigio!»
Eres una bendición de Dios
Dios te ha creado con grandes cualidades y virtudes. Él te ha capacitado con diversidad de dones y valores que forman tu personalidad de mujer, tu identidad femenina.
Por eso puedes estar segura: Dios te ha creado como un regalo para los demás. Eres un don, un obsequio maravilloso que Dios quiso hacer a la humanidad. Eres única e irrepetible. Nunca jamás hubo ni habrá nadie como tú.
Por eso tienes una misión única en el mundo, que nadie más que tú puede cumplir.
¡Eres una bendición de Dios!
Eres un deseo surgido del Corazón de Dios
¡Dios te creó en grande y para algo grande! Él es el artífice, el hacedor de tu vida, y tiene un gran proyecto para tu persona.
Pero ese proyecto solamente se cumplirá si tú lo aceptas y te adhieres a él.
¡Dios ha pensado que tú dejes huella en el mundo!
Eres imagen y semejanza de Dios
Dice la Palabra de Dios:
«Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó…»
(Gn 1,27)
Fuiste creada a su imagen y semejanza; tu identidad femenina está en Dios… ¡Te pareces a Dios! Y entre más mujer seas, entre más femenina, más te pareces a Él.
Sí, eres imagen de Dios… ¡Estás llamada a reflejar todos los rasgos femeninos de Dios!
Eres fruto de su amor, deseada y pensada como mujer desde siempre
Dios te ha amado desde siempre así, siendo mujer. Eras amada y pensada por Dios como mujer antes de que tu madre te sintiera en su vientre, aun antes de que tus mismos padres existieran. Estabas en su mente y en su Corazón incluso antes de que existiera el mundo.
En su Palabra Él te dice:
«Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti…»
(Jer 31,3)
Para Dios eres su hija amada, y como mujer eres para Él su creación perfecta, fruto de su amor único y personal.
Debes estar convencida de que eres fruto de su amor, del maravilloso amor de Dios. Y esto no cambia aunque no hayas sido amada ni deseada por tus padres, aunque no hayas sido fruto de su amor. Esta es la única verdad de tu ser:
El amor de Dios abrió la mano y de ello surgimos tu y yo.
Eres amada sin condición, con amor fiel e incondicional
Tú no has hecho nada para que Dios te ame, ni tienes que hacer nada para que te siga amando… No debes pagar nada por recibir su amor.
Eres amada así, como eres, con todas las peculiaridades de tu propio ser, con la grandeza de tu identidad femenina. Con tus virtudes e incluso con tus defectos. Claro que Él quiere que mejores, que te superes… Pero no necesita eso para amarte. Solo te quiere mejor porque te ama, y quiere que alcances la plenitud de tu ser para que seas plenamente feliz.
El poeta Pablo Neruda escribió: «A nadie te pareces desde que yo te amo…» En Dios esto es una realidad. Como su hija amada, eres absolutamente única para Él. Eres amada de una forma única y personal.
Es más: aunque existiera alguien parecido a ti, incluso aunque tuvieses una gemela idéntica a ti… ¡Dios te ha creado irrepetible!
Eres amada desde lo más íntimo de tu ser femenino
Dios se siente orgulloso de ti como mujer. Te ha creado como un ser único y especial. Ama lo más profundo de tu ser y se complace en ti. Ama que seas mujer, y ama verte femenina, desarrollando todo tu potencial de mujer.
Por eso dice en su Palabra:
«Como la rosa entre las espinas, así mi amada entre las mozas…»
(Cant 2,2)
Eres amada para siempre
Dios jamás se olvida de ti. Aunque tus padres te abandonaran, aunque todos te despreciaran, Él te repite una y otra vez:
«¿Acaso olvida una mujer al hijo de sus entrañas? Pues aunque lo hiciera, Yo a ti no te olvido. Míralo: en las palmas de mis manos te tengo tatuada…»
(Is 49,15-16)
Ese es el lugar que te corresponde por toda la eternidad: tatuada en las manos de Dios, tatuada en su Corazón.
Eres creación perfecta de Dios
Como mujer no eres un desperfecto, no eres, como a veces se piensa, «un hombre defectuoso». No soy un ser inferior, menos que un hombre…
Eres perfecta, así como eres, Él te mira extasiado y te dice: «¡Preciosa!»
Repítelo con Él todos los días: «¡Soy cosa preciosa para Dios!»
Porque Él desea que tú ames y valores profundamente tu ser de mujer, así como Él lo ama. Desea hacerte experimentar su amor, el amor que derramaba en tu corazón desde siempre, desde que estabas en su Corazón de Padre.
Conclusión

Por todo esto reconoce hoy su mano amorosa. Es la misma mano que te acariciaba en el vientre de mamá, cuando todavía ella no te conocía, cuando tus padres ni siquiera sabían de tu existencia, cuando nadie podía aún acariciarte.
Desde entonces Él ya te llamaba cariñosamente: «mi hija amada, en quien me complazco».
El deseo de todo artista es que su obra, su creación, sea valorada y reconocida, sea aceptada y admirada. De la misma manera Dios, tu Padre, tu Creador, desea que tú descubras, aceptes, ames y valores tu ser de mujer, tu identidad femenina.
Él espera que tú experimentes un profundo orgullo por ser mujer. Por eso quiere llevarte a un encuentro contigo misma, con tu propia identidad. Y desea sanar todas aquellas cosas que no te han dejado descubrir la gran bendición de ser mujer.
Dios quiere a partir de hoy escucharte decir:
«¡Soy orgullosamente mujer!»
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