«Ella va a ser monja, por eso no me preocupa…»
Juana María Méndez Martínez
En el año de 1985 conocí a unos compañeros de la escuela que asistían a un grupo llamado La Base. Eran novios. Ella se llama Ana y él Alejandro. Siempre me estaban invitando hasta que un día asistí al grupo con tal de que me dejaran en paz. Recuerdo que yo no tenía ninguna experiencia de Dios tan fuerte como lo que viví en La Base. Cuando era niña me gustaba mucho rezar el Rosario pero nada más.
Para mí fueron tiempos muy fuertes de encuentro con Dios. Cuando estaba en cuarto año de Ingeniería, mi papá enfermó de tuberculosis en los huesos. Ya no pude asistir al grupo porque mi papá quedó inválido. Fue un tiempo muy difícil para mí. En vez de acercarme a Dios, me alejé de Él. Recuerdo que Mago Hernández era mi pastora. Ella me buscaba para que volviera pero yo me resistía.
Después de dos años de enfermedad, mi papá murió en noviembre 3 de 1991. Entré en una fuerte depresión. Mago seguía buscándome y me invitó a un retiro a La Trapa en Jacona, Michoacán. Fue la primera vez que conocí este lugar. Recuerdo que cuando les dije a mis hermanos que iba de retiro les dije, sin pensar, que iba a este retiro para saber qué era lo que Dios quería para mi vida.
En el retiro, tuve un encuentro muy fuerte con Jesús crucificado. Un día del retiro, cuando ya estaba en mi cuarto y me iba a acostar, vi en la pared un crucifijo y le dije: «Yo quiero ayudarte a salvar almas». Me quedé en silencio y después que reaccioné, dije: «¿Qué fue lo que dije?» Después el Señor fue reafirmando esto que había pasado.
Cuando llegamos a San Luis Potosí me daban muchas ganas de estar delante de la Hostia Consagrada. Recuerdo que me quedaba después de la Misa contemplándolo. Mi hermana Eva se dio cuenta y le dijo a la Madre Carmela que yo quería ser consagrada. Volví al grupo de la Comunidad Nueva Alianza en 5 de Mayo al Sector Sur de San Luis Potosí.
Para mi vida espiritual, la Hermana Mago Hernández fue un instrumento muy fuerte. El verla tan plena en su consagración me motivaba a vivir lo que ella estaba viviendo. Yo no conocía nada sobre las Discípulas de Jesús. Sólo conocía a la Madre Carmela y a la Hermana Mago. Recuerdo que le dije a mi hermana Eva que quería ser consagrada y le dio mucho gusto. También se lo dije a mis hermanos. Uno de ellos, Luis, que estuvo muy cerca de mi papá antes de su muerte, cuando se lo dije me contestó: «Ya lo sabía. Me lo dijo mi papá que tú ibas a ser religiosa. Cuando él estaba muy enfermo, me pidió que cuidara de mi mamá y de Esteban, y le pregunté de ti y él me dijo: No, ella va a ser monja, por eso no me preocupa«.
Decidí entrar a la Hermandad Discípulas de Jesús pero tenía que tener una entrevista con la Madre Isabel y a mí me daba mucho miedo. Yo creo que ella lo vio en mi cara y cuando supo que estudié la carrera de Ingeniería, me empezó a enseñar toda la casa. Hasta nos subimos a la azotea y me decía que quería construir. Recuerdo que me preguntó: «¿Por qué quieres estar en la Hermandad? ¿Porque cantamos bonito, porque evangelizamos? Porque si esta es tu motivación para entrar aquí, este no es tu lugar. Solo por Dios hay que estar aquí». Yo le contesté que ni siquiera sabía que hacían todo esto. Ni las conocía.
Entré el 7 de septiembre de 1992. Me llevaron mi mamá, mi hermana Eva, mi cuñado Elías y mis sobrinos. Fue para mí un día nublado. Me dolía separarme de mi familia. Llegaba a un lugar donde no conocía a nadie. Todo era nuevo para mí. Llegué a las 2:00 p.m. cuando estaban rezando el Rosario. Allí estaban María Guadalupe, Rosita, Soledad, Angélica, Sussy. Después de mí llegó Coco Escamilla.
El 15 de agosto del 1993 nos dieron el hábito de novicias. El 29 de noviembre de 1993 nos fuimos a Río Verde para iniciar allí nuestro Noviciado. El 23 de agosto de 1994 hice mis primeros votos. La ceremonia fue en Soto la Marina, Tamaulipas, en una capilla muy bonita. Solo duré tres meses más en la Hermandad y por muchos motivos, salí. Me fui a mi casa por ocho meses. Fue muy difícil. Fue un tiempo de quebrantamiento, de soledad, de valorar a la Hermandad, de ver lo que había perdido. Fue un enamorarme nuevamente de la Hermandad.
Recuerdo que un día sonó el teléfono y contesté. Era la Hermana Soraya. Ella me llamó para saber cómo estaba porque Dios se lo había inspirado. En ese momento fue como si una luz me iluminara. Le conté todo lo que estaba pasando. Me animó mucho y se quedó muy preocupada. Me dijo que fuera al edificio del Domus Dei (lugar de reuniones de la Comunidad Nueva Alianza) porque el domingo 3 de septiembre del 1995 los Hermanos Pedro, Gregorio y Manuel iban a hacer sus Votos Perpetuos.
Yo me sentía confundida porque Dios me estaba llamando nuevamente a la Hermandad y yo me resistía. Pero esta vez yo le pedí a Dios que me hablara a través de la Madre Isabel. Cuando la vi, lo primero que me dijo fue que cómo estaba. Le conté todo y cuando terminé, me invitó a un retiro a Ciudad Victoria a la casa de la Hermandad que estaba ubicada en el Rancho La Negra. Le dije que sí y en ese retiro decidí regresar a la Hermandad. Desde ese momento mi vida ha sido otra.
Soy muy feliz. No niego que sigo teniendo muchas luchas, pero me siento plena en mi consagración. Hice mis Votos Perpetuos el 5 de octubre de 1997. Soy feliz siendo Discípula de Jesús. Le pido a Dios que me conceda la perseverancia final. Y pido a la Virgen María, primera Discípula de Jesús, que me ayude a ser fiel Discípula como Ella.
DATOS BIOGRÁFICOS
Nací el 8 de agosto de 1965 en San Luis Potosí. Mi papá se llamaba Catarino Méndez García (+); mi mamá, María Isabel Martínez Medina (+). Estudié en la Escuela de Ingeniería la carrera de Ingeniero Civil. Mi papá fue el instrumento para que yo estudiara esta carrera.
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