Me llamó y rompió mi sordera…
Martha Hernández Villanueva
Mi nombre es Martha Hernández Villanueva. Nací en V. Hidalgo, Tamaulipas, México, el día 09 de Marzo de 1991. Soy la menor de cuatro hermanos: Eloisa, Hugo e Isela. Mis papás se llaman Camilo Hernández Romo y Santiaga Villanueva Ibarra. Mis cuñados: Adalberto, Zoar y Marco, y tengo 10 sobrinos.
Mi vida antes de ser consagrada es igual que la de todos o casi todos. De niña me gustaba mucho jugar, andar en bicicleta, ir a la escuela, etc. Desde muy pequeña mi mamá me llevaba a Misa y al Rosario, ella era mi catequista. También me peleaba con mi hermana, en fin, lo que la mayoría de los niños hacen.
Me quería casar, tener hijos, trabajar, viajar, etc. No aspiraba a más, pues en la vida te enseñan a que es así como te realizas, pero mi visión de vida cambió cuándo yo tenía 15 años, fue en un retiro de Pre-Vida donde conocí que no solo había sido creada para casarme y tener hijos, sino que Dios también llama a ser solo para Él. En este retiro fue que conocí a las Discípulas de Jesús, fue una experiencia muy hermosa, porque con el simple hecho que las dos hermanas se presentaran (pues había religiosas de muchas congregaciones) yo sentí que las conocía de toda mi vida. Esto fue lo que experimente en el retiro, sin más, estuvo muy bonito y lo disfruté. Este retiro fue en el mes de junio de 2006.
En los meses de julio y agosto de ese mismo año las Discípulas de Jesús fueron de misiones a mi pueblo y fue así que las conocí un poco más. El Señor seguía llamándome aunque yo no lo entendiera muy bien. Recuerdo que en uno de esos días que acompañé a una de las hermanas a la casa donde se quedaban, al ir ya de regreso a mi casa, escuché las risas y la alegría con la que compartían y yo le dije al Señor desde mi corazón: “Yo quiero estar así toda mi vida”. Esas misiones marcaron mi vida al igual que todo ese año 2006, pues viví muchas experiencias muy agradables aunque también algunas un poco tristes para mí, pero todas ellas me hicieron enamorarme más de Jesús. En ese mes de agosto me fui a Ciudad Victoria, que es la capital del estado, a estudiar el CBTIS, por lo cual tuve que dejar a mis papás en el pueblo. Fue una experiencia muy dura, pues yo nunca había salido de casa sin ellos.
Como la hermana Discípula sabía que yo me iba a ir a estudiar a la capital me invitó al Grupo de Adolescentes Soldados de Dios, de la Parroquia del Buen Pastor, que en ese entonces ella atendía, y yo acepté esa invitación así que el día 15 de septiembre de 2006 a las 4:37 pm llegué a ese Grupo. Cuando me recibieron y después de toda la experiencia de ese día le dije al Señor: “De aquí no me voy…» Y sí me fui 2 años después, por santa obediencia y con un dolor tan profundo…
Todo ese tiempo yo iba conociendo más a Dios. Conocí a un Dios tan cercano, me devoraba su Palabra, para mí era (y es) todo; si estaba triste en ella encontraba consuelo, si tenía dudas en ella encontraba la respuesta, así era todo ese tiempo. Al mismo tiempo que yo estaba en las Comunidades Católicas Carismáticas también iba a retiros vocacionales con otras religiosas y en uno de esos retiros el Señor me habló por medio del profeta Jeremías: «Antes de haberte formado yo en el seno de tu madre te conocía, y antes de que nacieses te tenía consagrado…» (Jr 1,5)
Esas palabras para mí fueron muy fuertes, pues como ya les decía ,soy la menor, siempre he sabido y he sentido el amor de mis papás. Pero siempre estaba en mi mente: “No fui planeada por ellos”, y con esta Palabra Dios me dijo: “Yo tengo un plan perfecto para ti: Te llamo para Mí”. Despúes de este llamado del Señor yo comencé un proceso vocacional con estas religiosas pero nunca sentí un llamado a ese lugar, aunque acepté porque me dijeron: “Si lo inicias con nosotras no quiere decir que ya te vayas a quedar aquí, sino para que sepas si Él te llama para que seas de Él”. Eran experiencias geniales, pero no estuve mucho tiempo pues cuando hablé con mi encargada de grupo me dijo: “¿Y por qué no lo inicias con nosotras? Nosotras también tenemos proceso vocacional”. Y así fue como en octubre de 2007 inicié mi proceso vocacional aquí en la Hermandad.
En este proceso vocacional el Señor fue reafirmando mi llamado en las veladas, casas de formación, misiones, apostolado, convivencias fraternas, en mi vida diaria. En uno de los encuentros que organizábamos en ese entonces, al momento final en el tiempo de oración con Jesús Eucaristía yo le dije al Señor: “Mira, a mí no me andes con rodeos, a mí háblame claro. ¿Me quieres para Ti o no?” Y bueno, no sentí nada. Pero se terminó el encuentro y cuando ya regresábamos a casa, una de mis hermanas de grupo junto con su papá me llevaron a mi casa. Cuando ya nos íbamos mi hermana de grupo se tuvo que regresar por lo que me quedé sola con su papá, y el señor (o sea el papá) me dijo: “¿Te puedo hacer una pregunta?” A lo que respondí que sí. “¿Tú quieres ser religiosa? Es que yo veo en ti a una religiosa” Claro que comencé a llorar porque recordé la pregunta directa que yo le había hecho al Señor Jesús… Para mí esa fue una respuesta «directa».
Pero como toda adolescente, pronto lo olvidé, pues quería tener novio y yo oraba para que el Señor me lo diera. Le decía: “Mira Señor, yo quiero tener un novio que sea guapo, que te conozca, que no tome, que no fume y que sea buen estudiante”; esta era mi oración que todos los días le hacía al Señor en el Sagrario antes de ir a la escuela. Recuerdo que un día de esos lloraba frente al Señor, pues estaba pasando por un momento fuerte de aridez espiritual, cuando en un momento alguien tocó a mi hombro y al voltear era un joven con una tarjeta y me dijo: “Hola, toma, ojalá te ayude…» Lo primero que le dije al Señor fue: “¿Qué te pasa? ¿No te dije que estuviera guapo? Ya cuando me iba a retirar leí en la tarjeta:
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que Tú creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de Ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en Ti, no existirían.
Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillante y resplandeciente, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de Ti…
(San Agustín)
Y sentí que Él me decía: «Te alejan de mí cosas y personas, y por eso no te las doy…» Y bueno, «me llamó y rompió mi sordera».
Todo esto sucedió entre los años 2007-2009. En el 2009 terminaba el CBTis y quise entrar a la Hermandad, pero aunque mis papás siempre me apoyaron en la decisión que tomara me pidieron que terminara una carrera universitaria. Yo acepté pues dentro de mi mente estaba: «el que obedece no se equivoca». Y así fue, Dios no me permitió que me equivocara, inicié la carrera de Contador Público en la Universidad Autónoma de Tamaulipas y fue muy duro, pues en el cuarto semestre estuve a punto de dejar la carrera, de «tirar la toalla». Pero una muy santa y sabia hermana me dijo: «Tira, tira la toalla, pero vas hacer doble trabajo pues la vas a tirar, pero la vas a tener que levantar un día». Así que no dejé mi carrera, seguí estudiando y madurando en mi persona y mi llamado, porque a partir de allí, las llamaditas, las revelaciones personales, las florecillas y chocolates desaparecieron, ahora por convicción sabía que el Señor me llamaba, que me quería como consagrada, como Discípula de Jesús.
Seguía mi proceso vocacional y un regalo muy grande del Señor fue que la M. Isabel y la M. Yessica (que era mi pastora) vieron bueno que como parte de mi proceso viviera en su casa, para conocer mejor la Hermandad y para que ellas me conocieran mejor, así que en agosto de 2012 llegué a la casa “Santa María de Guadalupe”, aún sin ser Discípula pues seguía estudiando mi carrera. En diciembre de 2014 la terminé y mi graduación fue en enero de 2015. En julio de ese mismo año regresé a casa con mis papás para disfrutar de su compañía por esos últimos meses, y el 6 de septiembre de 2015 regresé a la casa ya como Discípula de Jesús.
Doy muchas gracias a Dios por su infinita misericordia, porque me ha llamado a formar parte de esta obra, y le pido ser fiel a Él y a este Instituto. Gracias Señor porque me amas, por tu fidelidad, por tu perdón.
Oh Jesús, qué admirable es tu amor, cuán grande y bello eres Tú, Señor.
Qué admirable es tu amor.
Al mirar, veo tu grandeza y tu poder, día a día crece mi amor por Ti,
eres la razón de mi existir.
Porque fuera de Ti no hay nadie comparable a Ti, Jesús,
nadie puede amarme como lo haces Tú, nadie puede llenar mi corazón.
Oh mi Dios, mi corazón late por Ti y si yo pudiera estar frente a Ti,
jamás podría dejarte ir.
Porque fuera de Ti nada vale la vida si no es por Ti, Jesús,
nada vale la vida si no es por Ti, mi Dios,
nunca podré vivir ya sin tu amor.
(Yessica O. Sánchez Lupercio DJ)
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