Mi encuentro con Dios fue para mí un tiempo de «locura» de amor por el Señor. Vivía la alegría de tener a Jesús Resucitado en mí…
Claudia Iliana Hernández Pérez
Considero que mi historia con el Señor se inició el día que me encontré con Él en un retiro de evangelización que tomé en la Capilla de Cristo Rey en Ciudad Acuña, del 16 al 18 de marzo de 1988, donde recibí el Kerygma por primera vez. Fue un retiro asesorado por el Padre Rodolfo Pachicano Llaca, encargado del Movimiento de Renovación Carismática en la Parroquia de Guadalupe e impartido por hermanas del mismo grupo.
Yo tenía 18 años. Era estudiante del Tecnológico. Tenía ideas ateas aunque siempre fui Católica, incluso Catequista a los 15 años. A Jesús sólo lo conocía de oídas. Me sentía un tanto resentida por situaciones familiares que no estaban del todo resueltas.
Nunca había escuchado hablar de la Renovación Carismática y no creía lo poco que había visto por televisión sobre sanaciones. Una de las cosas que me motivó a ir fue la insistencia de una amiga de la Secundaria, Mabel. Me invitaba a un grupo de jóvenes al que nunca fui, pero de alguna manera buscaba a Dios.
Ese retiro fue muy carismático. El Señor sanó mi corazón. Me ayudó a perdonar lo que nunca imaginé. Ahí lo viví. Muchos hablaban en lenguas. Hubo profecías, liberaciones, descansos en el Espíritu, sanación. Personalmente, todo me parecía increíble pero real. Mi experiencia más fuerte fue cuando recién salí del retiro. Ya que había tenido mi primer encuentro con Jesús en su Palabra, el Señor me dio en mi viaje de Ciudad Acuña a Piedras Negras la lectura de Juan 15. Sentí que su presencia me envolvió y todo me pareció tan claro. Sentía que Él me hablaba. Es una lectura corta. Sin embargo, ese momento abarcó la hora y media que duraba ese viaje. No sentí el tiempo ni el calor ni a la gente. Me sentía plenamente feliz, transformada. Sentí que volvía a nacer. Me sentía otra. No podía comprender cómo era posible no creer. Mis amigas me tachaban de fanática pero no me importaba. Yo era feliz y ellas no entendieron mi experiencia. Mi mayor deseo era amar al Señor y servirle y mi pregunta era: ¿Dónde y cómo?
Tres meses después, el primer jueves de junio, el Señor nos dio un Pentecostés en nuestro pequeño grupo de oración. A cada uno de nosotros nos dio un mensaje o profecía para nuestra vida que poco a poco vemos que se han ido cumpliendo. Derramó dones y carismas. A mí me dijo que me quería trabajando por los jóvenes, que tenía un plan para mí, que me daba el don de lenguas y el del amor. A mi mamá le dijo que le iba a pedir a un ser querido pero que no llorara porque iba a estar con Él, que le daba el don de lenguas y el don del amor.
Cuando le platicamos todo al Pbro. Pachicano, él le dijo a mi mamá: «No se preocupe, tal vez no se refiera a que alguien que usted ama va a morir. Tal vez le pida a su hija como religiosa». Para entonces yo no lo imaginaba aún pues no me atraía NADA la idea por la imagen que yo tenía de las religiosas.
Un mes después, julio de 1988, empezamos a trabajar con los jóvenes en el programa de evangelización Vacaciones con Jesús. Incluimos en un fin de semana un retiro de evangelización que impartió la Sra. Matel Valdez y el ministerio de música de Piedras Negras con quienes trataba la Sra. Nena Suday, encargada del Movimiento de Renovación. De ahí nacieron las primeras comunidades o grupos de oración de jóvenes. Fue para mí un tiempo de «locura» de amor por el Señor. Me apresuraba por estar en Acuña lo más posible para asistir a las reuniones. No me importaban los desvelos haciendo tareas, trabajando, con tal de conocer más a Jesús y no faltar a las reuniones. Vivía la alegría de tener a Jesús Resucitado en mí.
En 1989 recuerdo un momento especial. Una noche antes de dormir, mis amigas platicaban de sus pretendientes mientras que yo solo disfrutaba de la presencia de Dios en una brisa suave y fresca que me llenaba completamente de una felicidad llena de paz. Me sentía como enamorada. Yo procuraba continuar mis estudios con otras actividades. Me gustaba convivir con mis amigas.
Mi ritmo de vida me llevó a descuidar mi oración y fue en 1989 cuando viví una situación muy difícil con mis amigas, la cual me dañó mucho y también me llevó a madurar en mi relación con Dios, pues Él era lo único que yo tenía en Piedras Negras. Me enseñó a guardar mi corazón para centrarme en Él y a que nadie ocupara en mí el primer lugar.
Fue entonces cuando me dio el Señor la amistad del Pbro. Esteban, de Marta Grimaldo y su familia e ingresé al ministerio de música de la Parroquia de San Juan. De esta manera, mi ambiente cambió completamente.
En este tiempo comencé a descubrir en mí la inquietud por una vida consagrada a Dios, como una opción. Aunque yo no quería ser religiosa, sí quería servir a Dios. Marta se inclinaba más por ser religiosa, así que el Pbro. Esteban López de Jesús, nuestro director espiritual, nos mandó a vivir unas misiones con el tinte vocacional con las Oblatas de Santa Marta, pero no me llenó pues yo nací en la Renovación.
En 1991, conocí a Rosita Navarro D.J., a Ricardo Gallo y al Sr. César y la Sra. Toñita que fueron a presentar la visión de la Comunidad Nueva Alianza en Piedras Negras. Fue cuando viví la experiencia de la Alianza y el contacto con consagrados. A partir de ese año comenzamos a ir a los Congresos de Jóvenes y Alabanza en San Luis Potosí.
En ese año me gradué a la edad de 21 años y trabajé en Piedras Negras. En septiembre de 1992 regresé a Ciudad Acuña y fue cuando también invitamos a los hermanos a ir de misiones con el objetivo de poder vivir la alianza. En Acuña no hubo el respaldo de un sacerdote y en Piedras fue diferente ya que el Padre Esteban era el asesor. Sin embargo, nunca perdí el contacto con ellos (Piedras y San Luis Potosí). Toda esta experiencia me motivaba a dar más.
En 1994, me vine a vivir una semana de experiencia a la casa de San Miguelito. La hermana que me recibió fue Rosita Navarro. Ese año el Señor me daba citas bíblicas como la de Corintios cuando Pablo aconseja quedarse célibe para ocuparnos del Señor y como la de Mateo cuando habla de los eunucos. Aún así me resistía. Hasta que en 1995 tuve un sueño que me sensibilizó en cuanto a los sentimientos de Jesús respecto a nuestro prójimo, especialmente a los más alejados y a los que nada tienen, ni a Dios. Ello me hizo recordar la inquietud que tenía desde niña de que mi vida sirviera para hacer mucho bien a los demás. Recordé también que a mis 15 años me llegaba a preguntar acerca de mi vocación.
Así que me decidí a ingresar después de haber platicado con la Hermana Mago D.J. el 2 de octubre de 1995, confirmando dos días después que sí me aceptaban en enero de 1996. Fue muy difícil renunciar a mi trabajo, a mi carrera, al grupo y sobre todo a mi familia, ya que desde que conocí al Señor, Él restauró a mi familia, Él la salvó de quedar desintegrada. Mi deseo había sido seguir estudiando con la idea de poder servir mejor. Al renunciar en mi trabajo, me ofrecieron todas las facilidades para seguir estudiando, lo cual me hacía más difícil tomar la decisión de irme. El Señor en su infinita misericordia puso en mi camino a una mujer que compartió que a mi edad quiso ser religiosa y se salió para casarse. Ya con hijos, se sentía profundamente infeliz porque no podía dedicarse al Señor porque su esposo no lo permitía. Este caso fue para mí un gran empujón.
Después de otros contratiempos que se atravesaron en el trabajo, pude por fin salir de Acuña el día 31 de enero de 1996 a las 11:30 p.m. Llegué a la casa de San José el 1 de febrero a las 13:00 hrs. acompañada de mi mamá y de Dalia, una amiga de Acuña que se quedó con nosotras una semana.
Doy gracias a Dios por todas sus bendiciones y a mis hermanas por ser reflejo suyo. ¡Cómo pagar al Señor todo el bien que me ha hecho!
DATOS BIOGRÁFICOS
Nací el 18 de noviembre de 1969. Estoy registrada en Tlacolula, Oaxaca. Fui bautizada el día 21 de Marzo de 1970.
Mis padres son Ernesto Hernández Chagoya y Emilia Pérez de Hernández. Mis hermanos son Omar Ernesto Hernández Pérez y Osvaldo Emilio Hernández Pérez.
La mayor parte de mis familiares viven en Oaxaca. Yo viví allí hasta los siete años de edad, ahí estudié kinder y comencé la primaria. Cumplí los ocho años en Xicotepec de Juárez. Ahí terminé el segundo año de primaria en el colegio. Después nos fuimos a vivir a Huixquilucán, Estado de México, donde permanecimos seis años. Ahí terminé la Primaria y casi la Secundaria. Cuando tenía 14 años, nos mudamos a Ciudad Acuña, Coahuila. Después de estudiar el Bachillerato en Contabilidad me fui cinco años a Piedras Negras donde estudié la Licenciatura en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Piedras Negras y trabajé un año como coordinadora de capacitación en la aduana fronteriza de ese lugar. Luego regresé en 1992 a Ciudad Acuña con mi familia donde continué trabajando en la aduana fronteriza de Ciudad Acuña, primero como coordinadora de capacitación y después como jefe del departamento de Administración y Capacitación. El Señor me dio la oportunidad de ejercer mi carrera por cinco años.
En 1996 ingresé al Instituto Discípulas de Jesús. Hice mis Votos Perpetuos el 8 de diciembre de 2001, pues aunque nos tocaba hacerlos hasta el siguiente año, la Madre Isabel los pidió como un regalo por sus 25 años de Vida Consagrada.
¡DAD GLORIA AL SEÑOR AHORA Y POR SIEMPRE!
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