¡Nuestra hija es Discípula de Jesús!
Papás de la Hna. Rocío Parmigiani
Apoyarla fue una de las decisiones más acertadas de nuestra vida…
Somos Oscar y Alicia, los papás de la Hna. Rocío Parmigiani. Vivimos en Saavedra, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Nuestra familia está compuesta por cuatro hermosos hijos. Como todos los papás tratamos de educarlos y formarlos de la mejor manera. Cuando fueron finalizando sus estudios secundarios, comenzamos con la incertidumbre de qué futuro les deparaba el destino. El caso de nuestra hija Rocío fue distinto a los otros; ella ya nos demostraba con anterioridad una fuerte vocación religiosa, pues concurría a todas las actividades de la Iglesia.
Todo comenzó antes de finalizar sus estudios secundarios, pues tenía que comenzar una nueva etapa; nosotros suponíamos una carrera universitaria, dado que a lo largo de sus estudios fue una excelente alumna. Una tarde nos sentamos con ella para hablar sobre qué era lo que iba a estudiar y nos comunicó que quería ser religiosa, habiendo conocido a las Discípulas de Jesús en encuentros. Creemos que nos pusimos a llorar los tres y, a pesar de que nos parecía una determinación razonable, nos apenaba que no siguiera una carrera universitaria por las condiciones que tenía. A pesar de todo, lo hablamos como papás y con mucha tristeza decidimos apoyarla en su decisión. Nosotros vivimos a 1800 km de la sede que tienen las Discípulas de Jesús en Argentina.
Cuando comenzó fue una gran angustia, no porque iba a ser religiosa, sino por la gran distancia y por la poca comunicación que tendríamos. Todo fue un enorme vacío en nuestra casa, la extrañábamos mucho y al hablar de ella terminábamos llorando y nos costaba mucho poder entenderla, pero siempre nos alentaba que ella era feliz.
A pesar de ser católicos, íbamos poco a misa y tampoco nuestra costumbre era orar en casa; comenzamos a ir los sábados a misa y eso nos ayudó mucho, a pesar que durante el transcurso de la misa se nos llenaban los ojos de lágrimas recordándola, pero gracias a nuestra fe en Dios y en nuestra hija seguíamos adelante. Solo una vez al por año nos veíamos con ella en sus vacaciones y pasábamos la Navidad en familia; al regresar nuevamente a sus actividades la tristeza y angustia se apoderaba de nosotros.
Cuando llegó el momento de su consagración perpetua, y sabíamos que debíamos entregarla definitivamente a Dios, fue sin duda alguna una experiencia hermosa e inolvidable, después de todo lo que habíamos vivido fue un orgullo muy grande.
Luego de sus votos perpetuos una nueva etapa comenzó, y lo mejor que nos pudo pasar fue acompañarla en su vocación y sentirnos orgullosos de ello; podemos estar contando día tras día las experiencias de la vocación religiosa de nuestra hija.
Como reflexión queremos decirles a quienes tengan hijos o familiares con vocación religiosa, que a pesar de las dudas los apoyen y seguramente no se arrepentirán nunca, porque, como nosotros, es una de las decisiones más acertadas que habrán tomado en sus vidas.
Hoy día, pasado el tiempo, compartimos con nuestra hija y las Discípulas de Jesús un hermoso camino de vida.
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