Formación Permanente
Después de cuatro años de formación en el Juniorado se invita a las hermanas a la profesión perpetua, es decir, el compromiso solemne, total y definitivo con el Señor y con el Instituto.
En la profesión perpetua la hermana recibe el anillo y el escapulario con la cruz dorada como signo de su total pertenencia a Cristo.
Después de la profesión perpetua, nuestra formación continúa durante toda la vida en lo espiritual, doctrinal y práctico, tanto en forma comunitaria como personal.
Como puede verse, la formación en la Vida Consagrada es un proceso continuo. Se inicia con el ingreso en el Instituto, se continúa dentro del tiempo de la formación inicial y prosigue durante toda la vida. Es un hecho vital, unitario, progresivo, sin interrupción. Es un proceso general e integral de continua maduración mediante la profundización en todas las áreas: humana, espiritual, fraterna, intelectual, pastoral, práctica, etc., teniendo como modelo y centro de referencia a Cristo.
Algunos elementos para la formación permanente en el Instituto son:
- Los retiros, que tienen como finalidad estimular y fortalecer la relación con Dios, captar su visión y su voluntad para nosotras y revitalizar la vida fraterna.
- El proyecto personal de vida que realizamos anualmente y nos ayuda a crecer en nuestro conocimiento personal, ejercitarnos en el discernimiento y la prudencia y trabajar para alcanzar el propio ideal de vida.
- Las clases sobre algunos temas significativos para nuestra vida personal o para nuestro apostolado.
- La célula, reunión semanal de cuatro a siete hermanas en el que compartimos más a fondo nuestra vida espiritual, apostolado, experiencias, etc. Tiene como finalidad apoyarnos unas a otras para crecer en el carácter de Cristo, en nuestra relación con Dios, en nuestras relaciones fraternas, en el compromiso con nuestro Instituto y mejorar en los servicios y obras pastorales que están bajo nuestra responsabilidad.
- El diálogo o entrevista personal con la Superiora, que nos ayuda a profundizar en nuestra relación con Dios y a crecer en las áreas que lo necesitemos.
La formación permanente es el quehacer que tiene cada Discípula de Jesús para toda su vida si quiere vivir con excelencia la vocación que ha recibido del Señor y presentarse ante Él el día que la llame a su presencia con la satisfacción de decir: Todo está cumplido (Jn 19,30). Y poder escuchar de labios de su Maestro: Sierva buena y fiel, entra en el gozo de tu Señor… (Mt 25,21).