¿Sabías que estás llamado a ser bendición y a bendecir? Por eso, en este año que inicia… ¡BENDICE!

Tú eres una bendición

Tú y yo hemos heredado una bendición. Y por lo mismo estamos llamados a bendecir y a ser bendición para todos los que nos rodean.

En la liturgia para el primer día del año la Iglesia nos ofrece la lectura del libro de los Números (6,22-27) en la que el mismo Dios le explica a Moisés cómo debe de bendecir a los israelitas. Hoy queremos regalarte esta pequeña reflexión sobre este hermoso texto para que puedas entender un poco más lo que significa el gesto y la acción de bendecir.

Que este nuevo año que inicia sea todo él una bendición para ti, y que en cada uno de sus días tú puedas distribuir bendiciones a tu alrededor. Porque solamente si aprendes a sembrar bendición serás capaz de cosechar frutos de vida y de felicidad. Solo así verás el rostro de Dios y tendrás paz en tu corazón…

¿Cuál es el poder de una bendición?

Cuando le dices a alguien: «Que Dios te bendiga», no solo le estás deseando lo mejor para él, sino que también estás actuando en tu favor. Porque cuando bendices a alguien también atraes el favor de Dios hacia ti.

El gran poder de una bendición está en que su efecto es multiplicador. Cuando tú bendices invocas el apoyo activo de Dios para el bienestar de la persona. Esto habla del agradecimiento, implica salud, provisión y felicidad en la persona que recibe buenos deseos de tu parte.

El poder de la vida y de la muerte está en la palabra. Al bendecir Dios otorga vida, no solo al que recibe la bendición, sino también al que la da. Por eso, cuando tú bendices de corazón a otros, te estás bendiciendo a ti mismo.

Te invitamos ahora a descubrir todo lo que encierra esta hermosa fórmula de bendición que está en la Palabra de Dios. En primer lugar te ofrecemos el texto completo, y a continuación lo iremos explicando parte por parte.

El texto de Números

El Señor habló a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos: esta es la fórmula con la que bendecirán a los hijos de Israel:
“Yahvé te bendiga y te guarde,
ilumine su rostro sobre ti
y te sea propicio.
Yahvé te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».

(Num 6,22-27)

«Yahvé te bendiga…»

Invocar una bendición es pedirle a Dios que derrame el bien sobre esa persona
Invocar una bendición es pedirle a Dios que derrame el bien sobre esa persona…

El versículo 24 nos dice claramente que el origen de toda bendición está en Yahvé. La bendición nos viene solamente de Dios todopoderoso. Por eso cuando tú bendices te estás asemejando a tu Padre Dios, que siempre está bendiciendo.

De esta manera, cada una de estas palabras tiene un poder enorme. Invocar una bendición es pedirle a Dios que derrame el bien sobre esa persona. Como decíamos anteriormente, siempre que invocas una bendición para alguien, Dios actúa bendiciendo a esa persona.

«…Y te guarde…»

Así continúa el versículo 24. Y ¿qué significan estas palabras? Con ellas estamos pidiendo la protección de Dios, es como si dijera: «Que Dios te proteja».

Cuando tú guardas algo, es porque es algo valioso. Tú guardas algo para que esté lejos del peligro… Guardas algo para que no se rompa, para tenerlo para tu uso exclusivo, para que no se pierda… Guardas algo que es importante. Lo que no es importante no lo guardas, no lo cuidas.

Si unos papeles ya no son importantes, no tiene ningún sentido que los guardes. Entonces los rompes y los tiras. Pero otro papel es importante, entonces lo tomas, lo guardas, lo cuidas…

De la misma manera, cuando pides bendición sobre alguien, estás pidiéndole a Dios: «Trátalo como a alguien importante, cuídalo, protégelo, para que nada ni nadie lo pueda dañar… para que no se pierda…»

«…Ilumine su rostro sobre ti…»

En otras palabras esto significa «que veas a Dios, que conozcas a Dios». Y nos recuerda las palabras de Jesús: «La vida eterna consiste en que te conozcan a Ti, único Dios verdadero» (Jn 17,11-12).

Conocer a Dios es la bendición más grande que nos podemos imaginar. Por eso debes pedir al Señor: «Que te conozcan a Ti, que te amen a Ti, Dios vivo y verdadero… Que ilumines tu rostro sobre ellos, sobre él…»

Cuando Dios ilumina su rostro sobre alguien se muestra, se da a conocer, se revela. Por eso esta es la gran bendición que debes pedir.

«…Y te sea propicio…»

Es decir, te propicie todo lo que necesites: un buen trabajo, la salud, la protección… todo… Aquí le estamos pidiendo al Señor que le conceda su favor a esa persona, que la mire con buenos ojos, que sea bueno con ella…

Si te fijas, es infinitamente más que desearle que tenga «buena suerte». Porque tener el favor de Dios es tener su amistad, su gracia, su intimidad… Es tener la seguridad de que el mismo Dios está velando por ti.

«Yahvé te muestre su rostro…»

¡Otra vez se pide lo mismo! Dos veces se invoca la misma bendición porque realmente conocer a Dios es el bien más grande que podamos anhelar. No hay mayor bendición que esta.

Mientras que el mundo camina en las tinieblas y sin saber a dónde va, si «Yahvé te muestra su rostro» tú podrás encontrar un camino seguro. Tendrás su guía y su cuidado en cada momento de tu vida cotidiana. Y serás verdaderamente feliz porque vivirás en la presencia de Dios.

«…Y te conceda la paz»

La única paz verdadera viene de Dios
La verdadera paz es saber que Dios está a cargo de tu vida, de tus necesidades, de todo lo que tú estás viviendo ahora…

Porque la paz viene de Dios, no viene de nadie más. La única paz verdadera viene de Dios. La otra paz, la que no viene de Él, es ficticia.

La verdadera paz es saber que Dios está a cargo de tu vida, de tus necesidades, de todo lo que tú estás viviendo ahora. Tendrás paz si vives en la confianza de que Él es tu Padre bueno, que sabe lo que necesitas y actuará según su amor.

En este primer día del año celebramos también la Jornada mundial de la paz. Cada año el Papa nos regala un lema y un mensaje para que profundicemos en este hermoso don y nos comprometamos en cuidarla y construirla cada uno desde nuestro lugar.

Aquí puedes ver el mensaje de este año. No dejes de leerlo; es la enseñanza de la Iglesia y de nuestro Santo Padre para cada uno de nosotros hoy.

La promesa final

El texto termina diciendo: «Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré». Esta es una promesa muy hermosa de Dios.

Recuerda que una bendición desata el poder de Dios sobre la persona sobre la que es invocada. Por eso, si quieres que Dios actúe en tu familia, si quieres que su poder se derrame sobre tus padres, tus hijos, tus amigos… ¡Debes invocar sobre ellos esta bendición!

El Señor prometió bendecir a aquellos sobre quienes se invoque esta bendición. Y has de saber que Dios se acuerda siempre de sus palabras y cumple sus promesas.


Por eso, en este año que inicia te deseamos…

“Que el Señor te bendiga y te guarde,
ilumine su rostro sobre ti
y te sea propicio.
Que el Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.


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