El Sagrado Corazón de Jesús: la certeza de que Alguien te ama ahora
Junio es el mes en el que celebramos con toda la Iglesia la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Pero ¿qué significa esto para nosotros hoy? ¿Qué sentido tiene celebrar el “Corazón”? Ciertamente, cuando hablamos de Corazón no nos referimos al órgano vital, sino que la cosa va mucho más allá. El Corazón es la sede de los sentimientos y de los afectos de la persona. Es el lugar donde habitan los más profundos anhelos y proyectos… Es, podríamos decir, la persona misma. Por eso, hablar del “Sagrado Corazón de Jesús” es hablar de su infinito y profundo amor por ti y por mí. Amor manifestado ayer, hoy y para siempre. Amor que ama «ahora»…
Ese es el motivo por el que hemos decidido publicar, en el artículo de hoy, una adaptación de este hermoso texto tomado del libro “En el Corazón de Cristo”, de Luis María Mendizábal, SJ. Esperamos que disfrutes de estas reflexiones.
Te ama tal como eres
Es demasiado breve una vida humana para conocer el misterio de Jesús: un Dios hombre. El Verbo eterno, consustancial al Padre, de quien recibe idéntica naturaleza, se hace hombre… Un ser humano, que recorre inadvertido la Galilea, está al mismo tiempo unido a la divinidad.
¿Quién de nosotros puede, tan solo, deshojar el misterio? Esta persona posee todos los atributos divinos: omnipotencia, sabiduría, bondad, misericordia, justicia… Sostiene el mundo en sus manos y al mismo tiempo se sienta en el brocal de un pozo, porque está “cansado” (Jn 4,6). Verdadero Dios y verdadero Hombre.
Sería demasiado largo esbozar aquí un retrato de Jesucristo. Leyendo y meditando los Evangelios podrías llegar a un conocimiento intelectual de Cristo. Tal vez llegases incluso a poseer esa comprensión hecha de admiración y de amor, que te introdujera en las filas de sus seguidores. No bastará, sin embargo, sentir admiración hacia Él, es preciso que des un paso más.
Es hermoso que comiences a interesarte por Jesucristo; mejor aún, que veas en Él al mayor personaje de la Historia de la Humanidad. Si además llegas a ver en Él al Hombre Dios, has penetrado ya en la verdad. Solo te falta aún una cosa: comprender que este Hombre Dios es tu amigo.
En otras palabras: si considerando la vida del Señor y su grandeza, llegas a sentir admiración hacia Él, debes, como Zaqueo, saber descubrir a Jesús que entre la multitud viene hacia ti, te llama por tu nombre y busca con insistencia tu amistad: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy —cada día— debo detenerme en tu casa” (Lc 19,5).
Y esto no es un sueño, sino una auténtica realidad, porque Jesucristo te ama ahora más que cuanto tú te amas a ti mismo. Y te ama tal como eres: lleno de miserias.
Jesucristo te amó en su vida mortal
Jesús, desde su concepción, poseía en su naturaleza humana la visión beatífica. Esto es verdad cierta. Ahora bien, en esta visión Él te ha visto con todos tus pensamientos.
Por lo cual, cuando con tu imaginación reconstruyes los hechos de la vida de Jesús, puedes con verdad verte entre los pecadores. La mirada de Cristo, fuera de los límites del espacio y del tiempo, veía tu existencia, tu correspondencia, tus reacciones, los afectos y deseos que experimentarías al meditar su vida. En verdad te tenía ante sí cuando orando dijo: “No ruego solamente por ellos, sino por todos aquellos que por su palabra crean en Mí” (Jn 17,20).
Tú puedes, pues, decir: Jesús pensaba continuamente mí., el Sagrado Corazón de Jesús latía por mí… El objetivo de su vida fue mi instrucción, mi redención. Él ha fundado la Iglesia por mí, por amor mío, y pensando expresamente mí. Ha instituido los Sacramentos para mí. Ha muerto y ha resucitado por mí. Me ha dado también a su Santísima Madre, diciendo: “Aquí tienes a tu Madre”… Todo en su vida ha sido por mi amor…
Todo te viene del amor de Jesús
Las circunstancias varias en las cuales se mueve tu vida, no se deben al acaso: Dios las quiere para tu santificación. Son una ayuda para obtener las gracias que te mereció Jesucristo y provienen del amor personal de Cristo por ti. Para Él no existe la masa: te conoce personalmente y en tu santidad individual.
Esto es verdad, tanto cuando se trata de circunstancias naturales agradables: alegrías familiares, éxitos profesionales…, como cuando se trata de gracias espirituales: fervor y gracias en la oración…, e incluso en las cruces y dificultades que se te presentan. Todo lo que te sucede es un don de las manos traspasadas de Jesús, que mide todo sobre las llagas de su amor, dando solo aquello que ve es lo mejor para ti, junto con las gracias necesarias para soportarlo.
Es evidente que no le gusta en verte sufrir, y no permitirá que derrames lágrimas sin motivo. Cuando te manda dificultades, Él te ama aún más, porque entonces Él mismo experimenta la pena de verte sufrir. Y lo hace solamente porque está seguro de que aquellas dificultades son un bien para ti en aquel momento.
La delicadeza del amor que hay en el Sagrado Corazón de Jesús no ha estado lejos de ti ni siquiera mientras pecabas. En aquel mismo instante Él se ocupaba de ti: para no dejarte caer más abajo, para detenerte a tiempo y conservar la posibilidad de que le amases más perfectamente durante toda la vida. Esta es la realidad. Todas las gracias actuales que Jesús distribuye en cada momento, las distribuye con plena conciencia de lo que hace. “Sin Mí, nada podéis hacer”, dijo Jesús.
Jesús te ama tal como eres ahora
Tú eres el resultado de toda tu vida y de todo tu pasado, de tus cualidades y defectos, de tu carácter, de tus infidelidades y pecados pretéritos.
Jesús no ama tu “yo” ideal, sino su real actuación: “Él sabía lo que había en el hombre” (Jn 2,25).
Quizás no estás satisfecho de ti mismo porque te ves demasiado por debajo de lo que tu orgullo soñaba. Y tal vez por esto quieres disimularte a ti mismo en lo que eres, cuando te pones en oración, como si en realidad no continuases siempre siendo débil y pecador… Puede ser también que el recuerdo de tus infidelidades te turbe y constituya para ti un tormento: “¿Por qué he cometido tantos pecados y tan graves?” Pero atención: no siempre esta pregunta nace del amor a Cristo, sino más bien del amor propio y del orgullo. Y si quieres la prueba, pregúntate: “Los pecados de los demás, ¿producen en mí un dolor igual? ¿Y no son acaso también ofensas a Cristo?”
El recuerdo del pasado constituye con frecuencia para muchos un problema psicológico. No porque duden de haber sido perdonados, sino por el pensamiento de tantas ocasiones en las cuales no han sido fieles a Cristo. Así, el pasado infiel es para algunos un peso muerto que arrastran toda la vida.
Pero no debes preocuparte. Cristo te ama como eres, con tu pasado. Y la mayor prueba de amor que puedes darle es que confíes en Él, que aceptes tu vida pasada tal como ha sido y le estés verdaderamente agradecido por haber permitido aquellos pecados que ahora son la base de tu humildad.
Tu pasado a la Misericordia, tu futuro a la Providencia y tu presente para amar
No debes turbarte por tus pecados pasados. Debes detestarlos y preferir la muerte antes que cometer otros. Pero debes agradecer a Jesús que los ha permitido. Nadie puede querer servir a Cristo solo con la condición de que haga en él una obra maestra de justicia, en donde resplandezca solo la inocencia. Debes estar contento de que Él haga de ti una obra maestra de su misericordia.
Acepta tu vida pasada y abandónate en el Sagrado Corazón de Jesús. No hay en el Evangelio un solo pasaje en el que Jesucristo eche en cara un pecado a aquellos a quienes ha perdonado. Un pecado llorado puede dar más gloria Dios que un acto virtuoso del cual te enorgulleces.
Pensar continuamente en el pasado y ocuparse siempre de él significa tener un concepto erróneo del amor de Jesús. ¿No te desagradaría acaso que una persona querida volviese siempre a recordarte un dolor que te causó una vez?
La vida espiritual no es como una combinación de trenes, en la que si has perdido uno has perdido todo el viaje. Puede ser más justamente comparada con una excursión a la montaña. Perdido el camino una vez, y fracasado el primer proyecto, no por eso se debe renunciar. Lo que hay que hacer es ponerse en manos de un guía. Es fácil que él nos conduzca a una excursión mejor que la que habíamos proyectado.
Fíate de Jesucristo, que tiene sus designios sobre ti. No te turbe el pasado: Él te ama ahora.
Confía tu pasado a la Misericordia, el futuro a la Providencia y vive el presente amando. Porque el Sagrado Corazón de Jesús es Corazón de Buen Pastor: “Yo conozco a mis ovejas… Nadie las arrancará de mis manos” (Jn 10,28).
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Así es, Noemí !!! El Corazón de Jesús nos ama inmensamente !!! Dios te bendiga !