Tres cosas que no sabías sobre la Vocación y que deberías conocer

¿Qué es la vocación?

Se habla mucho de vocación. Generalmente se usa esta palabra para referirnos a varias cosas: la inclinación de una persona hacia una determinada actividad, un deseo más o menos consciente de realizarse en algún aspecto de la vida, la dedicación a un trabajo que realizamos… Pero… ¿esto es verdaderamente “vocación”? ¿Qué significa esta palabra?

En este post te invitamos a descubrir algunos aspectos de esta realidad.

1. Vocación: una llamada de amor

La vocación es una llamada de amor

Etimológicamente la palabra Vocación proviene del latín VOCATIO, que se refiere a la acción de llamar. Por tanto podemos decir que Vocación significa llamado.

Cuando se aplica este término a nuestra relación con Dios, entonces se está hablando de un Dios que llama, que quiere establecer contacto con el hombre, que desea iniciar una relación especial con él. Y por supuesto, que espera una respuesta por parte de la persona llamada.

Por tanto en este sentido la vocación supone el encuentro de dos personas, de dos libertades: la libertad de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a esta llamada.

«Vocación» es distinto de «Profesión»

Por eso no es correcto decir: “Tengo vocación de maestra”, “vocación de médico” o “vocación de músico”, ya que estas expresiones se refieren a una aptitud especial de esa persona para una profesión o actividad humana. La profesión es un trabajo, un quehacer que puede ser inestable, que puede variar con el tiempo o por las diferentes situaciones de la vida. Y la vocación es la llamada irresistible y eterna que brota de lo más profundo del corazón del ser humano, allí donde resuena la voz de Dios.

Esta llamada llega como una inspiración o moción interior por la que Dios inclina a una persona hacia un determinado estado o forma de vida. Porque la Vocación no es solo la primera llamada de Dios y la respuesta inicial del hombre. Es el estado de vida resultante del diálogo entre Dios y el hombre, y debe durar la vida entera.

2. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre la vocación?

Si leemos en la Biblia las llamadas que Dios va haciendo a lo largo de la Historia de la Salvación a diferentes personas, e incluso a su pueblo, podremos descubrir que la vocación se relaciona siempre con la elección y la misión. Las diversas vocaciones o llamados son siempre para un servicio o una misión dentro del Plan de Salvación.

En el Antiguo Testamento podemos descubrir a Dios como el Dios que llama. Se manifiesta al hombre, le sale al encuentro y establece un diálogo con él. Pensemos por ejemplo en la vocación de Abraham, o en la de Moisés, o en la de cualquiera de los profetas. Por su parte, el hombre generalmente teme. Es la reacción natural ante lo desconocido, ante lo sobrenatural, ante la grandeza de Dios que se pone a nuestro alcance, que nos mira cara a cara.

Y Dios siempre responde: “No temas”, lo invita a confiar y a entregarse, y le presenta la misión a la que está llamado. A veces el hombre responde inmediatamente con una disponibilidad incondicional, pero con más frecuencia encontramos que hay objeciones. Pero finalmente es difícil resistirse al llamado y termina aceptando, como en el caso de Jeremías (Jer 1,4 y siguientes).

El llamado de Dios a Abraham

El llamado de Dios a Abraham

Te invitamos a leer especialmente la vocación de Abraham, en el capítulo 12 del libro del Génesis. Verás como, en primer lugar, quien toma la iniciativa es Dios: “Yahveh dijo a Abraham…” (vers. 1.a). Este llamado de Dios le cambia la vida, lo desinstala y le exige una ruptura con el pasado, con su ambiente, con su familia, con su tierra: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (vers. 1.b).

Y si continuamos leyendo su historia en los capítulos que siguen, se nos revela una relación muy especial de amistad entre Dios y Abraham. Abraham es el amigo de Dios; Dios, el mejor amigo de Abraham. ¡Y todo comenzó con una llamada!

Todos somos llamados en Cristo

En el Nuevo Testamento Dios llama a través de la persona de su Hijo. Y así toda vocación está relacionada de ahora en adelante con la persona de Jesús: es una vocación “en Cristo”. En Él todos estamos llamados a la salvación.

Sin embargo hay algunas personas llamadas para vivir en mayor intimidad con Él, y que reciben una misión para con los demás: “Subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar…” (Mc 3,13-14).

3. Características comunes a toda vocación

La iniciativa siempre es de Dios

La iniciativa siempre es de Dios

No es una ocurrencia del hombre, no proviene de un deseo meramente humano. Es Dios quien inicia el diálogo, quien se abre al hombre, quien se acerca amorosamente a su creatura para entablar una relación con ella. Claramente lo dice Jesús en la Última Cena: No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto…” (Jn 15, 16). Y San Marcos en su Evangelio nos dice que Jesús “llamó a los que Él quiso” (Mc 3,13).

También en el Antiguo Testamento se nos presenta a Dios tomando la iniciativa al elegir y llamar a su pueblo Israel: “Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios; Él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra. No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahveh con mano fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre, del poder de Faraón, rey de Egipto.” (Dt 7,6-8).

El llamado es siempre personal

El llamado es siempre personal

Dios se revela como un Dios personal, que nos ama personalmente, que nos conoce a cada uno de sus hijos por nuestro nombre. Por eso su llamada para ti, su plan para ti es solo para ti y para nadie más. Y si tú no lo realizas, ese plan, esa llamada, se quedará sin realizar.

Es muy hermoso recorrer las páginas del Antiguo Testamento, especialmente de algunos libros proféticos, y encontrarse con expresiones como: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado” (Jer 1,5)… “Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti” (Jer 31, 3)… “No temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre, tú eres mío” (Is 43,1)…

La llamada de Dios es gratuitaLa llamada de Dios es gratuita

Lo mismo que su amor. Dios no nos pide nada a cambio, Él nos ama y nos llama primero, sin esperar que nosotros lo conozcamos o lo amemos. Y nos llama porque nos ama, y no por otra cosa.

Recordemos el texto del libro del Deuteronomio que citábamos más arriba: “No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha elegido… sino por el amor que os tiene…” (Dt 7,7-8).

La respuesta siempre es libre y puede ser rehusada

Por parte del hombre es libre y puede ser rehusada

Dios nos ha creado libres, y toda respuesta a su amor y a su llamado es, por tanto, en libertad. Él nunca nos va a obligar, porque así como nos ama gratuita y libremente, espera la respuesta de nuestro amor de la misma manera: libre y gratuita.

Siempre su llamado es una invitación, como la que Jesús hizo al joven rico: “Si quieres ser perfecto…” (Mt 19, 21). Y así como aquel joven, podemos decir que no, aunque eso nos deje entristecidos y llenos de frustración.

Dios elige a los sencillos y pequeñosDios elige a los sencillos y pequeños

Ellos, como niños, son los que se abren a Él, se reconocen necesitados de su amor y son sensibles a su voz. Recordemos la oración de Jesús: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños…” (Lc 10,21).

Los “sabios e inteligentes” son los que están llenos de sí mismos y por tanto no necesitan a Dios. Ellos no pueden escuchar su voz ni recibir su llamada porque no le dejan espacio en sus vidas.

Para terminar…

¡Qué maravilloso es descubrir que tenemos un Dios tan personal, que nos conoce profundamente, nos ama, nos crea con un propósito y nos llama!

Te invitamos a seguir reflexionando en este regalo de Dios que es la vocación, ese llamado tan personal que Él tiene para ti. Visita este artículo en el que te explicamos cuáles son los Siete pasos para descubrir tu vocación.

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