¿Sabías que por el Bautismo estás llamado a evangelizar?

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Octubre, Mes de las Misiones

Octubre, además de ser el Mes del Rosario, es también el Mes de las Misiones. Y es un buen momento para recordar que todos en la Iglesia estamos llamados a ser misioneros. Nuestra vocación es ser evangelizadores, anunciadores de la Buena Noticia de Jesucristo.

En nuestros días se nos está llamando muy fuertemente a la evangelización, a la misión… A salir de nosotros mismos para ir a los demás y llevarles a Dios.

octubre-mes-misionesLa Iglesia, que desde siempre ha sido misionera, nos está invitando –cada vez con más fuerzas- a redescubrir esta vocación que late en lo profundo de nuestro ser de bautizados.

Es lo que hoy el Papa Francisco llama “ir a las periferias”. En realidad podríamos decir que “se puso de moda” con el Concilio Vaticano II, que en el Decreto Ad Gentes afirmaba que la misión de la Iglesia pertenece a todos los bautizados.

Por eso hoy queremos abrir este tema en nuestro Blog y empezar a ofrecerte materiales que te sirvan para tu formación como discípulo misionero y evangelizador. Esa es la vocación última de todos los cristianos. Es el llamado más hondo que debe mover todas las fibras de tu ser.

Esperamos que te sea de mucha utilidad.

 

¿Qué es evangelizar?

Se ha hablado mucho de lo que significa evangelizar. Ya Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (que ciertamente te recomendamos leer) explicó lo que significa esta acción de la Iglesia:

“Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo” (Nº 26)

y también:

“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, esto es, renovar a la misma humanidad” (Nº 18).

que-es-evangelizarPartiendo de estos conceptos podríamos formular entonces una definición que nos ayude a comprender con mayor claridad lo que significa evangelizar:

Evangelizar es comunicar el Evangelio de Dios por medio de la palabra y de la vida, con el poder del Espíritu Santo, para que los hombres se conviertan y reciban a Jesús como Salvador y Señor.

Explicaremos esta definición.

 

Evangelizar es comunicar…

evangelizar-es-comunicarSe ha identificado al evangelizador con el heraldo de los tiempos antiguos, el que llegaba a los pueblos a anunciar gozosamente el mensaje de su señor.

Evangelizar es comunicar. Y para comunicar se necesita un lenguaje adecuado para que el mensaje proclamado pueda llegar al oyente. Por eso Jesús primero les enseñó a sus discípulos cómo comunicar el Evangelio del Padre, y luego los envió a predicar.

Como evangelizador antes que nada debes saber con quién te vas a comunicar. Debes encarnarte en la realidad de la persona con quien dialogas. Es importante que aprendas a acercarte al hermano y después de conocer sus problemas, puedas entregarle una respuesta desde el Evangelio de Jesús.

El evangelizador no presiona, invita. Como lo hizo el mismo Jesús: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si tú me escuchas me quedaré en tu casa y cenaré contigo” (Ap 3,20). Jesús no violenta la puerta del corazón. Solamente llama y respeta la libertad humana. Eso es lo que debes hacer como evangelizador.

Cuando Jesús envió a sus discípulos a la misión les anticipó que en muchos lugares no los recibirían. Y les dijo: “Sacudan el polvo de sus sandalias y vayan a otro lugar” (Cf. Mt 10,14). Esto significa que el rechazo no debe desanimarte, sino que tienes que continuar llevando la Buena Nueva a los que sí desean ser salvados.

A imitación de Jesús, debes buscar el medio más apropiado para transmitir el mensaje de salvación. Y procura conocer a tu oyente para poder brindarle el Evangelio de la manera en que lo necesite.

Al principio será solo el kerygma -es decir, lo básico para aceptar a Jesús-. Ya más adelante podrá recibir una catequesis en la que se amplíe y detalle este mismo mensaje.

 

…el Evangelio de Dios…

el-evangelio-de-diosEvangelio en griego, significa “buena noticia”. Jesús es el Evangelio, la Buena Noticia del Padre. Él es el gran Evangelizador (Evangelii Nuntiandi Nº 7). Es quien viene a comunicarnos que Dios es un Padre misericordioso, que tiene un plan de amor para nosotros. Que si vivimos según su Evangelio, podemos gozar de una vida nueva, de una vida que llega a la eternidad.

El mensaje de Jesús, el Evangelio, es único y no puede ser reemplazado. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe, fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios.

Este mensaje es la verdad, es vida. Merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y si es necesario, le consagre toda su vida. (Evangelii Nuntiandi Nº 5)

Este mensaje no es algo que tú hayas inventado o que puedas inventar. Es un depósito sagrado, que solo puedes llevar y transmitir si vives en santidad.

Además debes llevarlo con devoción, con fe, de una manera digna de Dios. Porque esta “Buena Noticia” no es tuya, es propiedad de Dios. Él la coloca en tus manos para que tú hagas llegar esta gracia de su amor a los demás.

 

…por medio de la palabra y de la vida…

Un vendedor debe estar convencido de la calidad de su producto cuando lo va a ofrecer. Si desconfía se va a traicionar. Su desconfianza se va a traducir en actitudes y palabras que no van a convencer al cliente.

El evangelizador es el que se ha sentido salvado por Jesús. Ha podido comprobar que su Evangelio es un tesoro, una maravilla, una perla preciosa. Y que vale más que todo lo que él pueda dar. Él mismo ha dado su propia vida para comprar esta perla de gran valor. Y quiere que toda persona que se le acerque pueda gozar del mismo beneficio. Por eso evangeliza: porque está convencido de que no hay nada mejor que Jesucristo.

Jesús empezó ayudando a sus discípulos a conocer el Evangelio del Padre. Primero les enseñó a vivir ese Evangelio y luego los envió a compartirlo a los demás. Les ordenó: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16,15).

por-la-palabra-y-la-vidaSi no has experimentado en tu propia vida la salvación de Jesús, si no te has encontrado personalmente con Él, no puedes ser un evangelizador. No podrías gritar con gozo, con seguridad y convicción algo que tú mismo no has experimentado. Porque evangelizar no es solo hablar de Jesús, sino testimoniar con tu propia vida que el Evangelio de Jesús ha venido a darte vida.

Si das antitestimonio, si hay incongruencia entre tu fe y tu vida, si predicas algo y no lo vives, lo único que lograrás es que la gente se cierre al Evangelio. Las personas van a desconfiar de tu mensaje, se sentirán engañadas.

Decía un gran predicador: “El que no respalda su mensaje con la vida, es burla de los demonios, tristeza de los ángeles y tropiezo para el que lo escucha”.

El Papa Francisco lo expresa así en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:

No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón.

Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”. (Nº 266)

La vivencia cristiana, el testimonio de la propia vida, te confiere mayor autoridad espiritual. Y permite que la gente se adhiera al mensaje y acepte el Evangelio. Un gran sacerdote exclamaba: “El diablo no teme a lo que predicas, sino a lo que vives”. Gran victoria hay para quien verdaderamente vive la Palabra de Dios.

“El testimonio es ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva…” (Evangelii Nuntiandi Nº 21).

 

…con el poder del Espíritu Santo…

poder-espiritu-santoNo puedes confiar en tus propias técnicas, en tu capacidad de convencer con las palabras. Jesús ya lo decía: “No llevéis alforja, ni bastón, ni morral, ni dinero…” (Lc 10,4). Aquí se refiere sin duda a que el evangelizador no debe confiar en sus propias fuerzas, sino en la gracia de Dios.

Porque el objetivo de la evangelización, lo que debes buscar, es que ante la Palabra de Dios presentada adecuadamente, las persona se conviertan, le den su “sí” al Señor.

Y para esto no basta la pericia humana. Es indispensable el poder de lo alto, el poder del Espíritu Santo. Por ello, como evangelizador debes orar y humillarte delante de Dios. Intercede pidiendo su gracia, consciente de que sin ella, vano será tu trabajo (Cf. Sal 127,1-2). Sin el poder del Espíritu Santo, irás al fracaso en la evangelización.

La evangelización debe llevar a la conversión, a un nuevo nacimiento espiritual. Esto solo el Espíritu Santo lo puede proporcionar. Tú no puedes convertir a otra persona. Puedes convencerla con tus palabras, pero la conversión es exclusiva de Dios. Por eso un evangelizador que no está lleno del Espíritu Santo no puede ser un evangelizador efectivo.

Pero no basta que tengas el Espíritu Santo por el Bautismo. Debes llenarte día a día de su poder para que ese poder pueda quebrantar los corazones y llevar a la conversión por medio de la Palabra de Dios.

Eres lleno de su gracia cuando oras, cuando comulgas, cuando te esfuerzas por llevar una vida de acuerdo a sus mandatos… Y cuando lees su Palabra, cuando te alejas del pecado, cuando te mantienes, en fin, en una constante conversión.

 

…para que los hombres se conviertan…

para-que-se-conviertanComo ya dijimos, el objetivo de la evangelización es la conversión. Y la conversión no es un mero cambio de actitudes, sino más bien una transformación del corazón, de toda la existencia centrada en Cristo. Cuando evangelizas no debes buscar ganarte la simpatía de la gente, sino abrir el corazón de los demás al amor de Dios que los salva.

La conversión es volver a pensar con novedad, es poner en discusión el propio modo de vivir… Es dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida, es comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios.

Y para poder llevar a otros a esta experiencia de conversión, primero tienes que vivir tú este camino. Primero tienes que estar tú convertido para poder llevar a otros a la conversión.

 

…y reciban a Jesús como Salvador y Señor

reciban-a-jesusUno de los primeros credos entre los cristianos es el que dice: “Jesús es el Señor”. La esencia de la evangelización es proclamar esta verdad.

El evangelizador es el que muestra, con la Biblia en la mano, cómo la vida de los que se encontraron con Jesús fue transformada (la Samaritana, Zaqueo, María Magdalena, Saulo…)

El evangelizador es el que, a imitación de Juan Bautista, le prepara el camino a Jesús para que sea aceptado como Señor y Salvador. Él se las arregla para llevar a otros a Jesús para que Él los salve.

A muchos de los primeros cristianos declarar a Jesús como su Señor les costó la vida. Morían en el martirio diciendo: “¡Jesús es el Señor!”

Estaban dispuestos a todo con tal de obedecer sus mandamientos…

Y tú… ¿También estás dispuesto?

 

Evangelizar es un mandato para todos

A todos los que Jesús llamó, los envió a evangelizar. Primero a los Doce y después a los Setenta y dos discípulos.

Y a todos nos involucró en este llamado cuando dijo: “Vayan y hagan discípulas a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a cumplir todo cuanto yo os he mandado a ustedes…” (Mt 28,19).

No es, pues, un consejo… ¡Es una orden para todos!

Sin embargo la realidad de nuestra Iglesia no es esta. Muchos no han tenido ese encuentro vivo y personal con Jesús, y por eso no se sienten urgidos por proclamar este tesoro que es el Evangelio. Otros permanecen tibios, indiferentes, porque su experiencia es pobre o solo intelectual. Ya no están invadidos por el fuego del Espíritu Santo, y por eso no arden en el fuego evangelizador. Estos jamás podrán considerarse servidores “fieles y prudentes” delante de Dios.

Jesús en la Última Cena dijo a sus discípulos: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15,14) y “El que me ama cumplirá mis palabras” (Jn 14,23).

El verdadero discípulo misionero dirá como San Pablo: “Predicar el evangelio no es para mí un motivo de gloria, sino un deber que me incumbe, ¡ay de mí si no evangelizare!” (1Co 9,16). El que ha conocido a Jesús y ha experimentado su amor no se puede quedar insensible ante la necesidad de sus hermanos de salir del pecado.

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Evangelizar es establecer el Reino de Jesucristo en los corazones.

¡Hay que salir de la comodidad!

El amor de Cristo nos apremia… ¡Ay de mí si no evangelizo!

Y tú… ¿Qué estás haciendo para que otros conozcan a Cristo?

 


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