Dios te quiere sano
Dios sana. Es una verdad innegable. Y hablar de sanación es hablar de una realidad sumamente necesaria hoy. Es muy importante aclarar algunas cuestiones, ya que sobre este tema de la sanación muchos suelen tener posturas erradas:
- Hay quienes creen que sufrimos enfermedades porque esa es la voluntad de Dios. Los que piensan así no buscan en Él la respuesta a sus necesidades de salud.
- Algunos aseguran que lo esencial es la salud interior o espiritual, y que la salud física no es tan importante, despreciando así el cuerpo humano.
- Otros, por el contrario, se limitan a buscar el bienestar físico, desatendiendo la salud de su mente, de sus recuerdos, de sus apetitos y de sus relaciones con los demás. Los que piensan así olvidan que Dios nos creó como una unidad, y por lo tanto quiere nuestra salud integral.
Ante todo hay que tener presente que la voluntad de Dios es que seamos sanos. Para eso vino Jesús, y Él mismo nos lo dice: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). En ningún momento Jesús le dijo a nadie que el sufrimiento y la aflicción son voluntad de Dios. Lo que sí dijo es que a veces la enfermedad es permitida por Dios en la vida del hombre para manifestar su gloria (Cf. Jn 11,4).
Por lo tanto, Dios desea que estemos sanos en cuerpo, alma y espíritu. Por eso pedir ser sanados nunca es pedir algo en contra su voluntad.
Nuestro Dios es un Dios que sana

Ya desde el Antiguo Testamento Dios se muestra como el Dios sanador de su pueblo. En el Éxodo se presenta diciéndole a Moisés: «Yo soy Yahveh, el que te sana» (Ex 15,26). Porque para Él sanar es sinónimo de salvar.
Puedes revisar en tu Biblia algunos textos muy hermosos donde lo verás compasivo y misericordioso, deseando sanar y restaurar a su pueblo:
«Yo apartaré de ti las enfermedades…»
(Ex 23,25).
«Él sana a los de corazón roto y venda sus heridas…»
(Sal 147,3).
«Él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego cura con su mano…»
(Job 5,18).
«Sí, haré que tengas alivio; de tus llagas te curaré, oráculo de Yahveh…»
(Jr 30,17).
En estos textos (y muchos otros) descubrirás que todas sus acciones son una forma de mostrarnos su amor y su bondad. Nuestro Dios es un Dios que sana; sanar es algo propio de Dios, algo que está en su naturaleza.
Es muy interesante en este sentido mencionar también la profecía de Isaías, que hablando del Siervo sufriente (que, como sabes, es el Mesías, Jesús) dice: «Él soportó el castigo que nos trae la paz, y por sus llagas hemos sido sanados…» (Is 53,4-5).
¿Cómo sana Dios?

En Eclo 38,9-12 verás como Dios mismo nos enseña una manera muy práctica para sanarnos:
«Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al Señor y Él te sanará. No incurras en falta, enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado. Ofrece el suave aroma y el memorial de harina, presenta una rica ofrenda, como si fuera la última. Después, deja actuar al médico, porque el Señor lo creó; que no se aparte de ti, porque lo necesitas…»
Según este texto, los pasos que debes seguir para ser sanado por Dios son los siguientes:
- Orar.
- Confesarte.
- Comulgar.
- Ir al médico.
Veamos detenidamente lo que implica cada uno de estos pasos.
1º. Orar: «ruega al Señor y Él te sanará…»
Este es el primer paso y es muy importante. A Dios le gusta que le pidas lo que necesitas, aunque Él ya lo sabe. Porque es un Padre que disfruta cuando sus hijos se confían a Él y le presentan sus problemas, dolores y enfermedades.
Dios espera tu oración confiada y llena de fe, y se goza cuando eres como un niño que lo espera todo de su papá… Un niño que sabe que solo no puede nada pero su papá es fuerte y poderoso.
2º. Confesarse: «no incurras en falta, enmienda tu conducta y purifica tu corazón de todo pecado…»
El segundo paso es la confesión de todos tus pecados, que renuncies al mal que hay en ti. Porque la enfermedad y la muerte son consecuencia del pecado, y son obra del enemigo, que quiere destruirte.
Por eso, cuando te acercas al Sacramento de la Confesión, el enemigo huye de ti porque sabe que tú estás decidido a un volver a pecar. Y él no puede ver a un alma en gracia, porque es como una luz que revela toda su inmundicia.
3º. Comulgar, ofrecer la Eucaristía: «ofrece el suave aroma y el memorial de harina, presenta una rica ofrenda, como si fuera la última…»
Como tercer paso, la Eucaristía. En ella está todo lo que necesitamos para sanar, porque la Hostia Consagrada es Jesús mismo, allí está Él presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Por eso, vive cada Eucaristía «como si fuera la última», siendo consciente de que quien está ahí, presente, es el dueño de tu vida y es el único que puede devolverte la salud.
4º. Ir al médico y obedecer sus consejos: «después, deja actuar al médico, porque el Señor lo creó; que no se aparte de ti, porque lo necesitas…»
El último paso es ir al médico. Esto es muy importante, porque hay personas que, temerariamente, piensan que como ya le pidieron a Dios la salud, Él las va a sanar «como por arte de magia».
Es cierto que Dios puede hacer un milagro patente, saltando todas las leyes de la naturaleza, porque Él es Dios y es poderoso para hacerlo. Pero la mayoría de las veces el Señor prefiere actuar a través de sus instrumentos, que son los médicos, y obrar el milagro de una forma menos vistosa pero no menos real.
Conclusión

Dios no quiere la enfermedad; porque «no quiere la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva» (Ez 33,11). Él no quiere que estés mal, triste, enfermo… ¡El Señor te quiere sano, libre, feliz!
Es por eso que «sana nuestras dolencias», y para eso envió a su Hijo Jesús: para sanarnos, para vernos libres de todo mal.
Pero para poder recibir esta sanación que viene de Dios tienes que poner de tu parte, siguiendo los pasos que Él mismo nos describe en su Palabra: orar, confesarte, comulgar e ir al médico.
Vamos a seguir hablando de este tema, ya que es muy amplio. Por eso te invitamos a que visites nuestra página y te suscribas a nuestro Blog, así recibes todo este material y esta riqueza que el Señor quiere darte.
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Sanación por Cristo en el Espíritu Santo
siguiendo los pasos de la Oración del Tabernáculo
Un sencillo instructivo para orar pidiendo a Dios la sanación integral.
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