Temporada de Cuaresma… ¡Temporada de conversión!
Introducción
La conversión es uno de los grandes desafíos de la Cuaresma. Es el llamado apremiante con el que comenzó este caminar el miércoles de Ceniza («¡Conviértete y cree en el Evangelio!»), es el grito de los profetas del Antiguo Testamento, es la voz de Juan el Bautista en el desierto, resuena constantemente en los labios de Jesús y de su Iglesia.
Pero… ¿de qué se trata? ¿Qué es convertirse? ¿Por qué es tan necesaria la conversión? De todo esto hablaremos en este artículo.
Partamos de la realidad

Es indudable que el mundo de hoy vive un proceso acelerado de cambios culturales insospechados, marcados por el secularismo, donde la fe queda al margen, donde Dios tiene muy poco o nada que decir a la familia, la educación, la economía, la ciencia, la política, la ecología…
Ya lo afirmaba el papa san Pablo VI en 1975: «La ruptura entre el Evangelio y la cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo» (EN nº 29). Una sociedad que intenta construirse de espaldas al proyecto de Dios, va generando una cultura de muerte, y esto lo podemos constatar diariamente. Aquí radica una de las principales causas de que el hombre de hoy le vaya perdiendo el sentido a la vida, vea la existencia como un absurdo, no logre encontrar motivos para esperar.
El mundo en que vivimos ha quitado a Dios de en medio y ha perdido la conciencia de pecado. Más aun, hemos pasado de una época en la que todo era pecado a otra en la que ya nada lo es.
La nuestra es una sociedad que piensa y actúa al margen del Dios verdadero. Seguramente conoces a muchas personas que son indiferentes a todo lo que se relacione con la Iglesia, la fe, la salvación, la santidad, la reconciliación, la moral, los mandamientos, el compromiso con los oprimidos, etc. Incluso más: la mayoría de los que se dicen «creyentes», que asisten a misa los domingos, que portan en su pecho una imagen religiosa, viven una fe abstracta, fría, vacía… Son cristianos solo en el templo, en el silencio de sus habitaciones, en lo «profundo y oculto» de su corazón, pero no lo son en el trabajo o la escuela, en la familia, en el grupo de amigos, en el barrio, en la sociedad.
Tu propia conversión: el primer paso para que el mundo cambie
Es verdaderamente triste este panorama, ¿verdad? Pero… ¡atención! Esto no pasa solamente allá afuera, muchas veces podrás encontrar dentro de ti mismo algo de esta realidad. Pregúntate, por ejemplo: ¿cómo es tu relación con Dios? ¿Ocupa Él verdaderamente el centro de tu vida? ¿No es cierto que muchas veces encuentras en tu interior vacío, confusión, dejadez, inconformidad, timidez, rutina, abandono y, sobre todo, una gran nostalgia de plenitud y felicidad?
Toda esta situación hace que el llamado de Jesús a la conversión sea cada vez más urgente, más apremiante. Necesitas tomar conciencia sobre tu propia vida, reconocer tus errores, volver a empezar. No te quedes pensando que no puedes hacer nada. Si quieres que el mundo cambie, es indispensable que empieces por cambiar tú.

La conversión hace posible el proyecto de Dios

Es indudable que esta triste realidad que hemos descrito se aleja totalmente del plan de Dios. Él tiene un hermoso y grandioso proyecto de vida para ti, para cada uno de nosotros. Y Jesús nos ha mostrado ese proyecto con su vida, con sus palabras y milagros, con sus actitudes, y especialmente con su muerte y resurrección. Y no solamente nos lo ha mostrado; ¡lo ha hecho posible!
Con su Pascua Jesús nos abrió las puertas del Reino. Por el pecado habíamos arruinado el bello plan que el Padre tenía preparado para nosotros, pero Él, muriendo y resucitando, lo restauró total y absolutamente.
Sin embargo, para hacer realidad en tu vida y en el mundo el Reino de Dios, es indispensable que pongas de tu parte. El Reino requiere de tu voluntad, de tu libertad, de tu aceptación, de un corazón nuevo… ¡De tu conversión!
Por eso este llamado a la conversión resuena tan insistentemente en los días de Cuaresma. Porque si no tienes un corazón convertido, no te será posible recibir la maravillosa novedad de vida que Jesús nos trae con su Pascua.
¿Qué es convertirse?
Convertirse es aceptar ser transformado, dejar que el soplo vivo del Espíritu de Dios cambie tu corazón de piedra en un corazón de carne, pasar del viejo «yo» a un nuevo «yo», de una vida oscura y sin sentido a una vida nueva, dejar lo que te esclaviza y te impide ser plenamente libre y comenzar a vivir copiosamente, ser un odre nuevo para el vino nuevo. En definitiva, se trata de dejar con decisión lo que se opone al plan de Dios, para volver a Él y seguir su proyecto.
No es suficiente decirlo, pensarlo o creerlo. Se requiere hacerlo, dar los pasos acertados, mantener el caminar siempre hacia la novedad del Reino. Por eso hoy te invitamos a reflexionar sobre la conversión: ¿Qué es? ¿Qué características tiene? ¿De qué y para qué convertirte? ¿Qué consecuencias se desprenden de ella?
El llamado de Jesús
Jesús llama a la conversión. Y esta llamada es parte esencial del anuncio del Reino de Dios: «El plazo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando, conviértanse y crean en el Evangelio» (Mc 1,15). Todos los hombres y mujeres están llamados a entrar en el Reino de Dios, y de modo particular, Jesús llama a los pecadores: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mc 2,17). Es una invitación a la conversión sin la cual no se puede entrar en el Reino.
Todos somos invitados al banquete del Reino (Mt 22,1-14), pero exige de cada uno una decisión libre y radical para alcanzar el Reino. Es necesario responder voluntariamente a Dios, nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. Dios llama pero no coacciona, jamás presiona a nadie y no impone nada a la fuerza. Pero esta llamada implica darlo todo (Mt 13,44-45). Las palabras no bastan, hacen falta obras (Mt 21,28-32).
¿Por qué necesitas convertirte?

El ser humano está hecho para la libertad y la busca siempre. En algunas ocasiones, y como consecuencia del pecado, puede sentir que Dios y la religión lo limitan. Entonces Dios pasa a ser un yugo, y el hombre se aleja de Él porque le estorba. Por eso necesitamos dedicar espacios en nuestra vida para revisar nuestro caminar, y la Cuaresma es un tiempo propicio para hacerlo.
Si no hay una toma de conciencia sobre tu propia vida, sobre el sentido que le estás dando, si no hay un reconocimiento de tus errores, nunca emprenderás el retorno a casa, y seguirás vagando por rumbos desconocidos. Se trata, pues, de una revisión de tu vida que te lleve a emprender un camino nuevo y diferente, un camino de opción radical por Cristo, como lo hicieron los primeros discípulos.
Lo que implica la conversión

La conversión es una renovación absoluta de la vida, que entraña dos aspectos: renunciar al pecado y al mismo tiempo adquirir la libertad para elegir el bien. Se trata de una transformación interior, que no se queda en obras externas o formalismos, sino que afecta al corazón. Sin ella, tus obras permanecerán estériles y engañosas.
No es tanto un modo distinto de pensar a nivel intelectual, de ideas o de razonamientos, sino más bien la revisión profunda del propio actuar a la luz de los valores y criterios del Reino. Esta actitud te llevará a experimentar una vida nueva, en la que no hay separación entre la fe y las obras cotidianas. Y te pondrá en una disponibilidad total a la voluntad del Padre, hasta dar la vida.
Convertirse significa, entonces, un cambio de mentalidad y de actitudes, un cambio radical. Pero un cambio que debes experimentar en positivo, como el paso a una nueva situación personal mejor que la anterior; y no como una especie de salto en el vacío o como la negación de tu propia personalidad.
La conversión no consiste en dejar de ser como eres, o en dejar de ser malo, simplemente. Sino en haber descubierto la posibilidad y la conveniencia de ser de otra manera, de ser mucho mejor, y en hacer todo lo posible por llegar a conseguirlo. La conversión no mira tanto a un pasado que debes enmendar, cuanto a un futuro que puedes mejorar. Por eso, convertirse es mirar con esperanza hacia lo nuevo, es dejarse ganar por la llamada del futuro que Dios nos hace.
Se trata de aprender un nuevo modo de amar, de adquirir una capacidad de entrega y compromiso con los demás que haga creíble tu adhesión a Jesús y al Reino. Si vives este proceso se notará en ti, porque tendrás un nuevo modo de convivir y de compartir. Demostrarás así que es posible vivir como hermanos reconciliados y unidos. Y podrás ser testimonio de fraternidad y de paz, manifestación viva de la realidad del Reino, que ofrece espacios de libertad y de comprensión, de amor sincero y de respeto de los derechos de todos.
Conclusión
Estas son algunas de las exigencias más importantes y claras de una conversión interior autentica. ¿Estás dispuesto a dar el paso de una verdadera conversión? ¿Te animas a este reto que Jesús te hace? Este es el momento oportuno, es el tiempo propicio. Porque la Cuaresma es «temporada de conversión».
La próxima semana continuaremos hablando sobre este tema tan interesante. No dejes de visitar nuestro Blog: encontrarás muchas ayudas para vivir con provecho este tiempo de gracia.
¡Dios te bendiga!
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