Aprende a descubrir cuáles son tus heridas

Aprende a descubrir cuáles son tus heridas

Ya hemos visto como la relación perfecta con Dios a la que hemos sido llamados fue dañada por el pecado, y con ello todas las dimensiones del hombre (puedes ver el artículo aquí). Veremos ahora cómo puedes identificar tus heridas y cuál es su origen. De esta manera podrás presentarlas delante de Dios, que es quien sana con su amor todas nuestras heridas.

¿Cómo identificar tus heridas?

Puedes saber que tienes una herida porque hay algo en ti que no funciona bien. Sin embargo, muchas veces no la atiendes y caminas por la vida pensando que es algo normal, que tú eres así, que no hay nada que hacer o que tal vez es algo que pasará en algún momento.

Debes saber que con tus heridas interiores pasa lo mismo que con las heridas en tu cuerpo: no puedes dejarlas pasar desapercibidas, ya que si no las atiendes y enfrentas, no solo no mejorarán, sino que la situación empeorará cada vez más. Por eso es importante que te tomes un tiempo para poder identificarlas y ser consciente de ellas, y así puedas enfrentarlas.

Identificar las propias heridas no siempre es algo sencillo, ya que muchas veces están ocultas por la resistencia que se crea ante el dolor, y por eso se encubren o enmascaran. Pero si, observando las reacciones y comportamientos que manifestas, aprendes a reconocer su máscara, podrás descubrirlas más fácilmente.

Las cinco heridas

Aquí te presentamos cuáles son las heridas que más nos afectan y qué máscara encubre a cada una de ellas.

Ellas son el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injustica. Generalmente se originan en la infancia, aunque también pueden producirse en la juventud o en la edad adulta.

La herida del rechazo

Heridas por rechazo

Puede suscitarse por la experiencia de no sentirse aceptado, por ejemplo, en hijos no deseados, o si los padres esperaban que fuera niño y fue una niña o viceversa. Se manifiesta porque la persona no está bien consigo misma y rechaza a los demás.

Se esconde bajo la máscara de ser huidizo, es decir, que huye ante el rechazo. La persona no se valora, se aísla fácilmente y suele refugiarse en las adicciones.

La herida de abandono

Heridas por abandono

Puede originarse ya sea por abandono físico o por falta de cuidado y de afecto.

La máscara que la encubre es la dependencia. La persona dependiente no tiene mucha fuerza en sí misma, siente necesidad de atención y se siente víctima. Quienes tienen esta herida suelen soportar grandes conflictos con tal de no ser abandonados.

La herida de la humillación

Heridas por humillación

La origina cualquier experiencia de ser denigrado públicamente en su dignidad como persona, ya sea por su origen, su cultura, su pensamiento. La persona es lastimada en su estima.

La máscara que oculta esta herida es el masoquismo. La persona hace lo posible por no ser libre, tiende a preocuparse mucho por sus necesidades o las necesidades de los demás, y respecto a la figura de las autoridades y hacia Dios puede sentir miedo.

Quien sufre esta herida se preocupa mucho por su aspecto físico, se rechaza a sí mismo y no está a gusto consigo mismo.

La herida de la traición

Heridas por traición

Esta herida está ligada a la del abandono. Se experimenta cuando la persona se siente manipulada o que le han mentido, entonces pierde la confianza en sus padres o modelos, se derrumban sus expectativas y se siente defraudada.

La máscara que la esconde es la de ser controlador. Son personas que se caracterizan por una personalidad fuerte, buscan ser importantes y especiales, son intolerantes y les gusta imponer sus opiniones. Fuerzan las cosas para que se haga lo que ellas quieren, les cuesta confiar en los demás y tienden a culpar a otros. No asumen su responsabilidad, pero quieren ser considerados responsables.

La herida de la injusticia

Heridas por injusticias

Esta unida a la del rechazo, y se manifiesta al ser bloqueado en su desarrollo como persona. Quienes la sufren han experimentado frialdad e insensibilidad, o cualquier experiencia traumática de injusticia.

Su máscara es la rigidez. La persona se enoja muy fácilmente, busca la perfección para tapar la herida, no admite tener problemas, sufrimientos o malestares, es insensible y se siente apreciada más por lo que hace que por lo que es. El ego es el que rige su vida.

Tipos de heridas

Para que puedas entender mejor cómo son tus heridas y qué efectos tienen en tu vida, vamos a clasificarlas en tres grupos:

Las heridas sanadas

Son las heridas que ya no manifiestan consecuencias. Sabes que sucedieron, pero ya han sido procesadas y no te lastiman más.

Las heridas sepultadas

Estas heridas son inconscientes, es decir, no sabes que existen, ya sea porque son heridas transmitidas desde el vientre materno, cuando eras muy pequeño, o simplemente por haber sido una experiencia traumática las ocultas en tu inconsciente.

Estas heridas están activas sin tu conocimiento, pero perturban en el presente tu comportamiento. Las puedes ir identificando si observas tus reacciones ante ciertos estímulos. Para esto es muy importante que pidas la luz al Señor, y así puedas descubrir su origen a la luz de la oración. También es muy bueno contar con el apoyo de un director espiritual o un buen psicólogo

Las heridas infectadas

Estas son las heridas de las que eres consciente, pero rechazas a enfrentarlas por temor a sentir el dolor de revivirlas. Sabes que estás herido pero no quieres sanar, por eso no las atiendes adecuadamente.

Y como cuando una herida se infecta, si no se atiende se agrava, así también se agravan tus reacciones, te vuelves hipersensible a cualquier estímulo. Un ejemplo es el rencor; si no perdonas, recuerdas la ofensa y te sigue lastimando.

En este video podrás encontrar un resumen de todo lo que vimos hasta ahora:

Conclusión

Terminando ya este tema, es necesario recordar que la sanación es un proceso y que es Dios quien lleva este proceso, que en cada persona puede ser diferente. No puedes exigirte o exigir a los demás una sanación en determinado tiempo, o como resultado de ciertos pasos iguales para todos. Esto significa que no hay recetas mágicas para sanar.

Debes ser paciente y perseverante, confiando en que Dios es el más interesado en sanar tus heridas para que puedas experimentar plenamente su amor.

Déjalo todo en sus manos. Él te guiará en este proceso.


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