Comunicación en el matrimonio: La clave para una pareja feliz

La comunicación en el matrimonio es la clave para una pareja feliz

Texto tomado y adaptado de: mscperu.org

 

¿Es posible lograr una verdadera comunicación en el matrimonio?

Esta es una pregunta bastante frecuente en el ámbito de la pastoral familiar. Y es muy importante, ya que creemos firmemente que si se logra una buena comunicación en el matrimonio se puede asegurar el éxito del mismo.

Y no es una pregunta muy difícil de responder. Para empezar, se debe creer firmemente en el matrimonio y estar dispuesto a luchar por defenderlo del ataque inclemente que está sufriendo actualmente.

Evidentemente, hay fuerzas políticas y económicas que convierten en ídolos el poder y la riqueza como fundamento único de la existencia humana. En un orden mundial dirigido por estos poderosos el objetivo principal es la destrucción de la familia, ya que de esta manera se pueden apoderar de la sociedad y así lograr el control mundial. Por eso contribuyen con sus mensajes a propagar el sexo libre y desenfrenado, la homosexualidad, las relaciones pre y extramatrimoniales, el divorcio, la infidelidad conyugal, el aborto, la no concepción, la aceptación del amor libre y toda clase de promiscuidad.

Es así como muchas se extrañan hoy ante una pareja que se siente feliz y realizada en su vida matrimonial, y más se extrañan cuanto más años de matrimonio llevan.

En cambio, no les parece raro encontrarse con parejas de seis meses o un año de casados que se están separando. Lo juzgan como algo natural por la frecuencia con la que ocurre, y ni siquiera se cuestionan qué es lo que está sucediendo.

Pero ahondemos en las causas de las separaciones tan tempranas hoy en día. Además de todas las influencias externas de que hablábamos al principio, veremos que la falta de comunicación incide con mucha fuerza en esta realidad.

[bctt tweet=»Si los esposos no se comunican, forzosamente deja de haber relación.» username=»HermanasDJ»]

Y esto es así porque la comunicación es el fundamento de toda la vida social. Si esta se suprime en un grupo, el grupo como tal dejará de existir. Con mayor razón dentro de la relación conyugal. Si los esposos no se comunican, forzosamente deja de haber relación.

 

La fantasía del noviazgo

fantasia-del-noviazgoAnte esta realidad de las numerosas separaciones surge la pregunta: ¿qué pasó con estos esposos que tanto se amaban cuando eran novios?

Y veremos que seguramente durante la época de noviazgo se dieron en parte las condiciones para que la pareja se enamorara. Pero también con seguridad, al llegar al matrimonio y una vez “conquistados”, descuidaron ciertos elementos que un día les permitieron fijarse el uno en el otro.

El noviazgo es una época de intenso romance que indudablemente favorece la comunicación tanto verbal como no verbal. Los enamorados se manifiestan continuamente que se aman. Comparten sueños, esperanzas, ilusiones… Se ponen metas y, por qué no decirlo, comparten también preocupaciones, tristezas y frustraciones. Se saben interpretar los silencios y las caras largas, y con una flor o un chocolate surge nuevamente la más alegre de las miradas… Porque el corazón enamorado busca la felicidad del ser que ama.

 

El problema del lenguaje absoluto

En un curso prematrimonial le preguntaban a unos novios:

– ¿Han hablado de sus diferencias, de sus gustos, de sus cualidades y sus defectos?

Todo nos lo hemos dicho, fue la respuesta.

¿Y qué cualidad te atrae más de tu novia?, preguntaron al muchacho.

La respuesta fue:

Todo.

Y cuando le preguntaron por el defecto que más le disgustaba, respondió:

Ninguno.

Este lenguaje “absoluto” es síntoma claro de la falta de objetividad que hay en el romance, lo que crea falsas expectativas y causa, al llegar al matrimonio, grandes crisis en la comunicación. Porque entonces se dan cuenta de que la realidad es otra. Ni uno ni otro son tan virtuosos como para decir Todo me gusta de él”, o Nada me molesta de ella”.

Cuando empiezan las llegadas tarde, o los malos genios, o la ropa tirada, o la crema dental destapada… Para añadir a la lista de las angustias por el pago de la renta, y el dinero que no alcanza, o la pelea porque hoy no quiero visitar a tu familia… Entonces comienzan a fastidiarse por todo.

Esto contribuye a que la comunicación empiece a descender de nivel. El lenguaje absoluto que se utilizó durante el romance surge nuevamente pero invertido. Si se le pregunta a un esposo desilusionado de su matrimonio: “¿Qué te gusta más de tu esposa?”, casi con seguridad la respuesta será “¡Nada!”. Y si le preguntan: “¿Qué te molesta de ella?”, responderá: “¡Todo!”.

En una oportunidad le preguntaban a un joven que se estaba separando de su esposa:

– ¿Qué fue lo que te enamoró de fulanita?

Él respondió:

– Su alegría, su orden y su franqueza.

– Y ¿por qué te vas a separar?

– Por su alegría, su orden y su franqueza, fue la respuesta.

 

La incomunicación y sus efectos

¿En dónde, pues, se rompió el hilo que los mantenía unidos? En la deficiente comunicación que practican. Cuando no se le reconocen al otro sus propios valores y no se buscan los momentos oportunos para decirse las cosas… Cuando en lugar de una comunicación respetuosa, abierta y transparente, se presentan las agresiones de doble vía… Entonces se acaba la paz del hogar junto con la poca comunicación que quedaba.incomunicación-efectos

Las relaciones familiares se deterioran cuando:

…no se dicen las cosas con amor y comprensión,

…no hacen el esfuerzo por interpretar lo que el otro quiere decir,

…tratan de cambiar al otro para hacer realidad las expectativas que cada uno llevaba al matrimonio,

…asumen actitudes defensivas al sentirse atacados en su intimidad,

…no se sienten aceptados por ser como son,

…no sienten ningún estímulo para asumir verdaderamente y con plena libertad la mejora personal.

A veces surgen reconciliaciones, pero son poco duraderas porque se vuelven a caer en los mismos errores. Y reaparece la crítica sistemática y el lenguaje absoluto:

– “Tú nunca me ayudas…

– “Siempre dejas la ropa tirada…”

– “Todo me lo contradices…”

Y a esto se añade que han desaparecido los gestos y los detalles amorosos, la caricia tierna, el susurro al oído para decirle al otro “te quiero y me haces falta…”

 

Y llega la crisis

Esto por lo general, cuando no conduce a una crisis total o a un rompimiento definitivo, puede acomodarlos en una falsa tolerancia nada saludable para la relación. Y decimos “nada saludable” porque lleva a que cada uno viva su vida en forma independiente, alejándose de la verdadera realidad de lo que es el matrimonio.

Cierran el uno al otro su corazón de tal manera que ni siquiera sacan unos minutos de su valioso tiempo para hablar de los dos. De sus inquietudes, de sus temores, de lo que cada uno lleva dentro de sí, ni siquiera de sus esperanzas e ilusiones. De todo lo que está afectando positiva o negativamente la relación de los dos.

 

El arte de la comunicación en el matrimonio

La comunicación es una actitud de apertura al otro que implica disponibilidad generosa para compartir, es decir, para dar y para recibir.

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Sin embargo la comunicación no es fácil. Es un arte que se debe practicar continuamente para desarrollarlo en toda su plenitud y para sacar el mejor provecho de él. Así como el deportista debe entrenar continuamente para mantenerse en forma, o el pianista debe practicar por horas para mantener las manos ágiles en el manejo del teclado, así también nosotros, como seres humanos, necesitamos practicar al máximo y mejorar cada día la calidad de nuestra comunicación.

Y hablamos de calidad porque nos referimos a que estamos llamados a compartir con la persona que amamos no solamente las cosas que hacemos durante el día y lo que hemos aprendido. La calidad está en ir al fondo de nosotros mismos.

 

El valor del silencio en la comunicación

verdadera-unidad-matrimonioSe les pidió su testimonio a unos esposos que llevan 37 años de casados, unidos, felices y realizados con su matrimonio. A la pregunta de qué consideraban ellos que les había ayudado a mantenerse unidos y aún enamorados, respondieron:

“Desde que nos casamos, todos los días procuramos sacar un tiempo para los dos. Nos sentamos por unos minutos el uno frente al otro y abrimos nuestro corazón. Compartimos no solo los pormenores del día, sino también nuestras angustias, temores, sueños, ideas, pensamientos e ilusiones. Y así hemos aprendido a conocernos y a aceptarnos. Más aún, hemos aprendido a escucharnos, y nos sentimos personas valiosas porque lo que decimos es siempre importante para el otro, aunque sea la cosa más tonta, hasta cuando callamos…”

Esto nos ayuda a comprender que verdaderamente el que ama sabe escuchar, inclusive el silencio. Porque el silencio también forma parte de la comunicación. Como cuando el marido regresa del trabajo agobiado por múltiples problemas y no tiene deseos de hablar. Una esposa comprensiva capta su silencio, comparte su preocupación y, por supuesto, sabe esperar el momento oportuno para oír de él todo lo que está sucediendo. Y para esto solo se necesita que haya un interés sincero, un poco de atención, la sensibilidad para escuchar, el ánimo de comprender y el compartir sincero. Un oído abierto es el único signo fidedigno de un corazón abierto. Y escuchar es el 90% de una buena comunicación, porque todos necesitamos desesperadamente que se nos escuche.

Así es como nos sentimos valiosos e importantes. Porque ¿qué sería de nosotros si habláramos y habláramos y nadie se interesase por lo que decimos?

 

La comunicación en el matrimonio mantiene vivo el amor

La comunicación es el lazo de unión entre las personas, y con mayor razón lo es entre marido y mujer. ¿Cuáles son sus efectos en el matrimonio?

  • Disuelve las barreras.
  • Favorece la comprensión recíproca.
  • Facilita la solución de los conflictos e inclusive contribuye a prevenirlos.
  • Posibilita la cooperación para el logro del bien de los esposos.
  • Hace que la convivencia no solo sea tolerable sino agradable, y no solo agradable sino también fructífera y enriquecedora.

Se puede entonces lograr la unidad en el matrimonio siempre y cuando exista una buena comunicación entre los cónyuges.

La comunicación no consiste simplemente en que uno diga y otro escuche algo. La palabra comunicación en su sentido más profundo significa comunión. Y esto implica compartir ideas, sentimientos, y la misma vida en un clima de reciprocidad. La comunicación es entonces la acción de compartir, de dar a otro una parte de lo que somos y tenemos. Y dentro del matrimonio es dar lo mejor que poseemos: ¡nosotros mismos!, y recibir en nuestro corazón a esa persona maravillosa con la cual un día decidimos en plena libertad unir nuestras vidas para siempre.

[bctt tweet=»La incomunicación mata el amor. Por eso la comunicación en el matrimonio no solo es urgente y necesaria, ¡es vital! Porque mantiene vivo el amor de los esposos.» username=»HermanasDJ»]

Por eso, esposos, esposas, matrimonios de hoy, y también quienes están en plan de casarse: Aprendan a comunicarse, tomen cursos si es necesario, pero den a su relación la importancia que merece.

La incomunicación mata el amor. La comunicación en el matrimonio no solo es urgente y necesaria, ¡es vital! Porque la comunicación mantiene vivo el amor de los esposos.

Te invitamos a dejar tus comentarios, inquietudes, sugerencias… Todo será muy bienvenido, ya que todo nos ayuda a crecer.

¡Dios te bendiga!


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2 comentarios
  1. Angelo García López
    Angelo García López Dice:

    Cuando vamos al Matrimonio en Cristo, Lo primero, informarse bien
    El Autor y Maestro del sagrado matrimonio

    Los novios y los casados habéis sido llamados por Dios a realizar un misterio de gracia muy grande: el matrimonio. El mismo Dios es quien lo ha inventado. Él, al crear al hombre y la mujer, quiso que se unieran con un vínculo de amor perpetuo, y que fuera en ese marco sagrado donde se produjera la transmisión de la vida humana.

    Al principio de todo,
    «creó Dios al hombre a su imagen;
    varón y hembra los creó.
    Y los bendijo Dios y les dijo Dios:
    Creced, multiplicaos,
    llenad la tierra y sometedla»
    (Gén 1,27-28).

    De Dios parte, por consiguiente, el impulso humano familiar y laboral. Pero nosotros, los hombres, a lo largo de la historia, hemos desfigurado y estropeado tanto el matrimonio -adulterios, divorcios, poligamia simultánea o sucesiva, concubinatos, anticoncepción, abortos, escasa y mala educación de los hijos- que ya casi ni alcanzamos a conocer su naturaleza original.

    Ya comprendéis, pues, que tendrá que ser el mismo Dios quien nos descubra de nuevo el sentido profundo del matrimonio y nos dé su gracia para poder vivirlo. Pues bien, esto es precisamente lo que hace Cristo Salvador. Él salva el matrimonio, lo purifica de errores y de corrupciones, lo eleva en el orden de la gracia, y le da una plenitud de bondad y de belleza. Gran maravilla es el sacramento del matrimonio.

    «Gran misterio es éste,
    y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia»
    (Ef 5,32).

    Lo primero, informarse bien

    Reconocezdlo con sinceridad: estáis ocupados en un montón de cosas y distraídos por mil más, tenéis un buen número de defectos personales, y muchas veces en forma inconsciente os véis afectados por modas del mundo, por maneras de pensar y por costumbres que, con frecuencia, ni son verdaderas ni son buenas. Si no os proponéis seriamente un esfuerzo de pensamiento y de conversión personales ¿cómo váis a arreglaros para vivir vuestro matrimonio en toda su grandeza, sin desfigurarlo ni profanarlo? ¿Cómo realizaréis su misterio de gracia con toda inteligencia y libertad, cumpliendo el plan de Dios, y siendo así felices en esta vida y en la otra?

    Está claro que lo primero que tenéis que hacer es conocer bien lo que Dios quiere hacer en vuestro matrimonio. En tema tan formidable, no habéis nacido ya aprendidos, ni tampoco los ejemplos que habéis recibido de vuestros familiares y amigos sobre el matrimonio constituyen norrmalmente una lección magistral, exenta de todo error o defecto. Por eso, malamente podréis colaborar con Dios, por buena voluntad que tengáis, si no comenzáis por sabier bien qué es lo que Él quiere hacer en vosotros, con vosotros y a través de vosotros.

    Cuando compráis un ordenador o cualquier otra máquina compleja, lo primero que hacéis es informaros bien acerca del aparato. Queréis saber cómo es, cómo funciona, para qué sirve y para qué no, qué cuidados requiere para su mantenimiento. Y es que, si no, fácilmente estropearíais la máquina, y no le sacaríais ni de lejos todo su rendimiento posible. Todo esto es cierto y de sentido común. Ahora bien, el estudio de un aparato de estos puede llevaros muchas horas y muchos días. Y a veces incluso no os bastará con el manual de instrucciones, y necesitaréis las explicaciones bien concretas de un experto. Finalmente, el ejercicio práctico perfeccionará vuestro conocimiento teórico.

    Pues bien, ¿sabréis los novios y esposos vivir el matrimonio de un modo digno y hermoso si no os tomáis siquiera la molestia de enteraros acerca de su ser, de sus fines, de sus íntimas funciones y posibilidades? ¿Os va a bastar con el instinto? ¿Pensáis que es un tema de cultura general o que quizá con lo visto en vuestros padres o en otras parejas, o con lo mostrado por la televisión o las revistas, ya con eso sabéis del matrimonio todo lo que necesitáis saber?…

    Preparación para el matrimonio

    Vuestro matrimonio ha de ser una obra de arte, no una chapuza. Necesitáis para eso, en primer lugar, un aprendizaje moral, por el ejercicio de las virtudes. Hay verbos fundamentales que novios y esposos tenéis que llegar a conjugar con toda facilidad y perfección: amar, dar, perdonar, servir, orar, trabajar, ordenar bien la vida, guardar la castidad, sin permitir que los cuerpos dominen sobre las almas. Y para eso -y en cierto modo antes, incluso- necesitáis también un aprendizaje doctrinal.

    Si el párroco exige a los novios una preparación específica para el matrimonio, no es una manía suya. Es algo que viene tan exigido por la verdad de las cosas, que la Iglesia lo manda con todo empeño (Código de Derecho Canónico c. 1063). La Iglesia, en efecto, antes de ordenar un sacerdote, da -y exige- al candidato varios años de preparación en el Seminario. Y de modo semejante, la Iglesia, antes de administrar el sacramento del matrimonio, da -y exige- a los fieles una catequesis específica, que los prepare bien a vivirlo. ¿No muestra esto la muy alta estima que la Iglesia tiene por el matrimonio y la familia?

    Razón y fe

    En la primera parte de esta obra nos aproximaremos al misterio del matrimonio natural a la luz de la razón (filosofía), precisando algunos conceptos fundamentales no siempre bien conocidos.

    Y partiendo de esas premisas, en la segunda parte, consideraremos a la luz de la fe (teología) el matrimonio cristiano en toda su grandeza, como sacramento del amor de Cristo Esposo.

    Esta opción metodológica tiene sus graves motivos. Así como en los Seminarios, los cristianos que se preparan al sacerdocio estudian primero la filosofía, para purificar e iluminar la razón, y después la teología, en la que han de colaborar la razón y la fe (ratio fide illustrata), también es deseable que los cristianos que os acercáis al matrimonio conozcáis bien su realidad natural, para que contempléis en seguida su entidad sobrenatural cristiana y sacramental.

    Y hay otro motivo. La razón en un pueblo cristiano suele funcionar iluminada por la fe; pero cuando un pueblo se descristianiza, la razón se queda imbécil, más oscurecida, desde luego, que la mente de los paganos. En efecto, la verdad natural de las cosas es conocida: 1º, sobre todo por los cristianos, pues tienen la ayuda de la fe; en 2º lugar por los paganos; y en 3º, por los cristianos descristianizados, que más o menos perdieron ya la fe. Éstos, concretamente, niegan verdades naturales sobre el matrimonio y la familia que muchos pueblos paganos conocen y viven mejor o peor desde siempre.

    Es así como en los pueblos descristianizados se llega a un amoralismo que no tiene frecuentes semejanzas entre los pueblos paganos. En tal situación, por ejemplo, sólamente la Iglesia capta la maldad de las relaciones prematrimoniales, de la anticoncepción o del aborto. De manera que fácilmente los cristianos, si no tienen mucha formación, llegan a pensar que las normas y prohibiciones morales de la Iglesia en estos temas no parten de la naturaleza misma del ser humano, sino que son imposiciones eclesiásticas, más o menos arbitrarias, que incluso podrían cambiar si la Iglesia se modernizara más en su doctrina.

    Pues bien, aunque sea de un modo elemental, veamos primero el matrimonio y la familia a la luz filosófica de la razón. Y de ahí iremos adelante y más arriba a la luz teológica de la fe. Así podréis comprobar -con gran provecho- que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y eleva.

    Responder
  2. Angelo García López
    Angelo García López Dice:

    Algunas nociones básicas
    Voy a exponeros aquí verdades que vosotros, en su mayor parte, ya sabéis, porque son de experiencia común. Quizá no las sabríais expresar con exactitud, y quizá no las recordáis con frecuencia. Pero se trata de verdades que, para entender y realizar bien el matrimonio, debéis tener muy en cuenta.

    Objetos y personas

    Los minerales, plantas y animales son criaturas corruptibles, completamente contingentes, que poseen un modo de ser muy limitado, y que desaparecen sin dejar rastro de sí. Pero la persona humana es un ser incorruptible,que tiene una subsistencia necesaria, una calidad única y espiritual, que la alza sobre todos los otros seres creados. ¿Y qué quiero decir aquí al emplear la palabra incorruptible, en un sentido filosófico? Quiero decir, nada más y nada menos, que la persona humana, una vez que comienza a existir, ya nunca saldrá de la existencia: es para siempre, sin fin.

    El hombre, sencillamente, es una persona. Es mucho más que una piedra o un animal: es persona libre, dueña de sí, inviolable. Puede darse, pero no puede ser robada lícitamente. Nadie puede imponerle un acto voluntario, pues éste dejaría de serlo. Sólo libremente puede atravesarse la frontera de su libertad personal.

    Según lo anterior, cosas y animales son objetos, que pueden ser utilizados como instrumentos. Pero la persona humana es un sujeto, con un mundo subjetivo y libre, y nunca puede ser lícitamente empleada como un medio, como un objeto. No es algo meramente, es alguien, y si tratamos a una persona simplemente como un objeto, la ofendemos.

    Una prostituta, por ejemplo, es tomada por el hombre como una mujer-objeto, y es, pues, considerada como una cualquiera, sin corazón ni nombre propios. Es decir, no es tratada como un ser personal, como un ser humano. Ella misma, por dinero, se presta a ese horror. Pero para tratar al ser humano como se merece es preciso tratarlo como persona, y por tanto con amor.

    Sensaciones y emociones

    Las sensaciones son reacciones de los sentidos producidas por el contacto con determinados objetos. Permanecen activas mientras dura el contacto; y cuando éste cesa, perdura la imagen del objeto, aunque tienden a apagarse. «Ojos que no ven, corazón que no siente».

    Las emociones son reacciones sensoriales más profundas, pues mientras la sensación vibra sólo ante las cualidades sensibles del objeto, la emoción es más personal, ya que capta todos los valores a él inherentes; valores, por lo demás, no necesariamente materiales, sino también espirituales, aunque materializados de alguna manera en el objeto -la gracia de movimientos, por ejemplo-. Las emociones son importantes para el nacimiento del amor, y son sin duda más duraderas que las sensaciones.

    La sensualidad

    La sensualidad capta los valores sexuales de otra persona, y por sí misma no se dirige a la persona, sino al cuerpo como posible objeto de placer. Es natural, y por tanto es buena. Se hace mala, sin embargo, cuando la persona, en actos internos o externos, se deja llevar por ella, prescindiendo de la razón y de la voluntad. Ella, la sensualidad, abandonada a sí misma, es absolutamente inestable: se vuelve hacia cualquier objeto posible de goce, y por eso puede destrozar la dignidad personal y hacer mucho daño a otras personas.

    En este sentido el término anglosajón sex-appeal no designa al amor sino como atractivo sexual. Y así expresa una visión deshumanizada del sexo, desvinculada de la persona y del amor, que sólo es suficiente para la sexualidad de los animales: éstos, en efecto, acuden automáticamente a la llamada del sexo (sex-appeal).

    La afectividad

    La afectividad no es por sí misma una tendencia adquisitiva de placer, como la sensualidad, sino que se orienta más bien hacia la admiración, la aproximación, la ternura y el deseo de intimidad. Ocupa suavemente la memoria y la imaginación, al mismo tiempo que atrae la inclinación de la voluntad. Es poco objetiva, y suele idealizar la persona de su admiración, imaginando en ella valores quizá inexistentes, lo que fácilmente conduce a la decepción.

    Tiende la afectivad a manifestarse en miradas, sonrisas y gestos, y puede mantenerse en un plano puramente espiritual, aunque fácilmente se inclina hacia la sensualidad. Suele decirse en esto que,normalmente, la mujer es más afectiva y el hombre más sensual. Lo cual puede ocasionar problemas, cuando la mujer -por una proyección de sí misma- tiende a ver amor afectivo en un hombre que quizá apenas le ofrece sino sensualidad.

    La voluntad

    La libertad del hombre reside en su voluntad. Es precisamente la voluntad de la persona la que elige y quiere, y partiendo de la inteligencia, se dirige inmediatamente a la persona. Por eso aquél que apenas usa de su entendimiento, apenas puede ser libre, y apenas puede amar de verdad, pues está a merced de aquellas vibraciones cambiantes, más pendientes del plano sensible.

    Ya véis, pues, con esto que el amor de la voluntad -personal, consciente y libre- es el único que puede integrar y fijar en un amor pleno todos los impulsos inestables y turbulentos de sensaciones y emociones, sensualidades y afectos, que ahora, de este modo armonizados y profundizados, enriquecen grandemente al enamorado, suscitan en él una alegría desconocida, y despiertan en la persona unas energías y capacidades que muchas veces permanecían, al menos en parte, en estado latente.

    El amor fielmente sostenido por el querer fuerte y constante de la voluntad es el único que puede unir realmente a dos personas, el único que puede hacer coincidentes las voluntades, dando a cada una de ellas la inclinación a querer lo que el otro quiere.

    Responder

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