Orar: la experiencia maravillosa de estar en los brazos amorosos de tu Padre Dios
No cabe duda: el hombre es un «buscador de Dios». Hemos sido creados por Él y para Él, y, como lo expresa el gran San Agustín, nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en Él.
Es una gran noticia sabernos «capaces» de conocer y buscar a Dios, de reconocer su gloria, su grandeza y su poder, y sobre todo, de comunicarnos con Él. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2566:
«El hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer ¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra! (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf. Hch 17, 27).»
Y de ese afán de buscar a Dios, surge la necesidad de la oración, que es, a la vez que una necesidad humana, un llamado que Dios hace a cada uno para que nos comuniquemos con Él.
Pero… ¿Qué es ORAR? ¿Cómo podríamos definir la oración?
Orar es un diálogo de amor
Posiblemente te haya pasado que cuando piensas en la oración, inmediatamente se te viene la idea de que orar es hablar, hablar, hablar… Esto te hace pensar que el protagonista eres tú, y olvidas que la oración es cosa de dos. Es un encuentro entre Dios y tú, y que por lo tanto también implica escuchar.
Ciertamente la oración es un diálogo, pero un diálogo en un clima de amistad y amor. A casi nadie le gusta hablar con un desconocido. Seguramente disfrutas mucho más cuando hablas con un amigo que cuando lo haces con alguien a quien apenas conoces, y cuando realmente amas a alguien, puedes pasarte horas hablando con él y al final sientes que el tiempo ha sido poco.
Con razón decía Santa Teresa que orar es “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Y este modo de orar requiere una experiencia personal, ya que solo puedes hablar así con Jesús si Él es tu verdadero Amigo.
Como decíamos antes, con un desconocido es difícil hablar, no sabes qué decir, no tienes confianza. Con Jesús no puede pasarte esto: si quieres orar necesitas conocerlo profundamente, confiar en Él, abrirle tu corazón. Y ¿cómo crecer en esta confianza y en este conocimiento de amor? Precisamente también a través de la oración.
Orar es confiar
No es difícil orar. Solo tienes que hablar con Dios con sencillez y naturalidad, usando tus propias palabras. No siempre necesitas hacerlo en voz alta; también puedes hablarle solo con el corazón.
Es necesario que confíes en Él. Puedes decirle lo que sea: contarle tus preocupaciones, tus dudas, tus miedos… Y también tus logros, tus victorias. Puedes decirle las cosas en las que necesitas que te ayude… Incluso puedes contarle todo lo que te ha sucedido en el día, tal como lo haces con la gente a la que quieres y tienes confianza.
Cuando Jesús nos enseña sobre la oración dice: “Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,6). Jesús dice esto porque quiere verte a solas, como un padre que se sienta a hablar cariñosamente con su hijo sobre las cosas más privadas, más trascendentes y más importantes.
Orar es amar y dejarse amar
Bien puede decirse que la oración entraña una doble experiencia: la de amar y la de dejarse amar. Cuando oras tú te entregas amorosamente a Dios y Él a su vez te llena de un amor que no solo te sana, sino también te libera de toda amargura, de toda soledad y de todo aquello que no te permite experimentarte verdaderamente libre.
En la oración Dios te hará experimentar su amor, su ternura, su protección. Por eso orar es darle a Dios la oportunidad de sanar tus heridas, tus tristezas, tus soledades. ¡Quien ora nunca se puede sentir solo!
Orar es dejar que Dios abrace tu basura, como reza un Himno de la Liturgia de las Horas. En la oración Dios toma tu vida con todo tu pecado, con tu pobreza, con tu miseria, y te llena de su amor, de su pureza, de su gracia. Cuando oras Dios transforma tu vida, te une profundamente con Él y te hace su casa, su sagrario, su propiedad.
Por eso la oración te cristifica, es decir, te hace “otro Cristo”, te hace uno con Él. Al orar vas asumiendo todo su ser: su manera de pensar, sus sentimientos, su forma de amar, de tratar a los demás… Y así quienes te vean verán a Cristo, quienes te escuchen escucharán a Cristo, quienes se relacionen contigo sentirán que se encontraron con Cristo… Y de ti podrán decir como una vez dijeron del Santo Cura de Ars: “He visto a Dios en un hombre”.
Orar implica todo tu ser
San Marcos nos cuenta en su Evangelio que una vez se acercó a Jesús un escriba para preguntarle cuál es el primero de los mandamientos. La respuesta de Jesús fue muy clara: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc 12,30).
Así es como Dios desea ser amado y así es, entonces, como debe ser tu oración, que es la expresión de tu amor por Él: una experiencia que compromete todo tu ser:
- Todo tu corazón, porque el corazón es el centro de la vida, es el lugar de las decisiones, de la voluntad. De tu corazón nace el querer, el deseo de orar, de hablar, de compartir con Dios.
- Toda tu alma, es decir, con tus afectos, con tu sensibilidad, con tus sentimientos. Esto implica orar con la calidez y la ternura de un hijo; con el amor y el cariño de un amigo.
- Toda tu mente, porque cuando oras debes estar pensando en Dios, centrado y concentrado en Él. Debes ser consciente de su amor, de su presencia. Recuerda que lo que se hace inconscientemente no tiene valor.
- Todas tus fuerzas, es decir, con pasión, porque Dios desea ser amado como la único, lo principal, lo esencial de tu vida, con prioridad por sobre todas las cosas. Además, debes orar con todas tus fuerzas físicas, es decir, con tu cuerpo: se ora con el lenguaje corporal, con la expresión de tu rostro y de tus manos, con las posturas… Todo debe expresar tu conciencia de estar con Dios, de hablar con Alguien que está contigo, que te mira, que te ama y te escucha, a quien le interesas… porque te ama.
Orar es una necesidad
Para el cristiano la oración es una necesidad, es algo esencial. No puede ser una opción. Jesús mismo lo experimentaba así y por eso decía: “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4,34).
En un post que publicamos hace un tiempo decíamos que una clave para vivir con coherencia la fe en medio de las dificultades de la vida es mantenerte unido a Jesús a través de la Eucaristía y alimentarte de Él. Puedes leerlo aquí:
La clave para vivir con coherencia tu fe en medio de las dificultades de la vida
Hoy completamos esa idea diciendo que la experiencia de la oración es otra clave para que vivas tu cristianismo, ya que en la oración Dios fortalece tu fe, te sana, te equipa y te envía al mundo para ser ahí sal y luz, fermento y levadura, otro Cristo que ame y levante a los hermanos que sufren…
También te invitamos a escuchar esta breve reflexión en la que la M. Rocío, Discípula de Jesús, te da algunas otras pautas acerca de lo que Dios hace en tu vida cuando oras:
Te invitamos a compartir tu experiencia de oración en los Comentarios. Recuerda que la fe se fortalece cuando la compartimos…
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