¿Cómo elegir estado de vida? Pautas para descubrir tu vocación
Llamados a ser santos
La primera vocación a la que estamos llamados todos es la vocación a la santidad.Dios te creó para estar con Él, y este debe ser el objetivo final para tu vida. Porque vivir en santidad es vivir en profunda amistad con Dios.
Por ello es importante que seas consciente de que el camino que seguirás en la vida debe llevarte a alcanzar esta santidad a la que estás llamado.
Estos posibles caminos (estados de vida) son:
- El matrimonio
- La vida consagrada o el sacerdocio
- La soltería
¿Qué debes tener en cuenta al elegir estado de vida?
Son principalmente tres cosas las que debes cuidar para poder elegir bien:
- Evitar actitudes negativas
- Conocer a Dios
- Conocerte a ti mismo
A continuación hablaremos un poco de cada una de estas tres cosas tan importantes para no equivocarte al escoger estado de vida.
Evitar actitudes negativas

Nos referimos aquí a ciertas actitudes equivocadas a la hora de definir nuestro estado de vida. Generalmente las personas toman decisiones importantísimas dejándose llevar por:
- sus gustos o inclinaciones,
- por sus esquemas o formas de pensar,
- o por sus emociones y sentimientos.
Otras veces dejan que las circunstancias los empujen a cierto estado de vida, como es el caso de los novios que, por adelantarse a vivir experiencias que no son propias del noviazgo, deciden casarse al descubrir que viene un niño en camino.
Incluso algunas personas llegan al punto de dejar que otros decidan por ellos. Y vemos así muchas personas frustradas, tanto en el matrimonio, como en la vida consagrada o en la soltería.
El problema es que no han decidido de acuerdo a lo que es más conveniente para ellos. Y mucho menos lo han hecho preguntándole a Dios y dejándose guiar por Él. Por esto se cometen muchos errores.
Conocer a Dios

Una gran limitante a la hora de elegir estado de vida es no conocer realmente a Dios. El problema aquí es que, como desconoces su plan de amor para contigo, desconfías de Él y tienes una falsa visión sobre Dios:
- Lo consideras como un ser opresivo, duro, que no quiere lo que a ti te gusta.
- Piensas que no te entiende, que es demasiado formal o está muy lejos como para comprender tus inquietudes.
- Crees que es un aguafiestas, que va a pedirte justo aquello que tú no quieres.
- Tienes miedo a que pueda llamarte para Él o a que no provea una pareja para ti, porque quieres casarte a toda costa, pensando que eso es lo mejor.
Incluso si ya lo has conocido puedes llegar a pensar que Dios es el que debe respetar tus planes, y quieres que los apoye sin preguntarle si es lo que te conviene, lo que Él quiere para ti.
También puede darse el caso de que tengas miedo a que pueda llamarte para Él. Crees que te va a forzar, que no te va a respetar o que si no respondes a su voluntad se enojará contigo.
Muchas personas piensan que el matrimonio es el único camino para ser felices y se les olvida que no todos hemos nacido para casarnos. Algunos de nosotros hemos sido llamados para pertenecer solo a Dios, para amarle con todo el corazón y con toda el alma, y para realizar una misión: establecer el Reino de Dios en cada corazón.
¿Por qué se da esta visión de Dios tan negativa?
Generalmente esto sucede porque no has experimentado el amor de Dios de una manera profunda, como para darte cuenta de que a Él le gusta ver felices a los que ama. Debes saber que Dios también quiere lo que tú quieres, y que Él te conoce más a ti que tú mismo.
Cuando te falta una experiencia profunda de su amor no puedes sentirte amado, y por eso no confías en Él. Entonces no dejas que conduzca tu vida porque temes no llegar a alcanzar la felicidad.
Conocerte a ti mismo

Otra gran dificultad estriba en el desconocimiento propio. Es muy difícil elegir estado de vida cuando no te conoces realmente, cuando desconoces tu carácter, tu temperamento, tus cualidades y debilidades, etc.
Este desconocimiento propio puede llevarte a tener una autoestima baja, que te hará depender de la aprobación de los demás. Al mismo tiempo te llevará a carecer de cierta iniciativa para buscar lo que te conviene, según la voluntad de Dios.
Si no maduras y no sabes con exactitud lo que realmente quieres, no podrás descubrir con claridad tu vocación.
Son pocos los que se ponen a explorar lo que realmente desean de sus vidas. Menos son aún los que se instruyen adecuadamente para tomar con más conciencia y convicción una de las decisiones más importantes en la vida, que es descubrir la propia vocación.
Esfuérzate por madurar

Ante todo esto te preguntarás: «¿qué debo hacer?». Lo primero y principal: esfuérzate por madurar.
Generalmente nadie estudia, practica o trabaja para ser una mejor persona, para tener una estima más sana, para superar sus limitantes o complejos. Las personas acuden a buscar ayuda cuando ya las situaciones difíciles les causan problemas o frustración. Y muchas veces no saben cómo hacerlo, les apena hablar de sus debilidades y dificultades y luchamos con el sentimiento de incapacidad, de no poder.
En muchas ocasiones la gente no llega a alcanzar sus objetivos en la vida por carecer de madurez humana. Y por supuesto, es por eso que tampoco pueden realizar el plan de Dios para ellos y vivir su vocación.
Por lo tanto, un primer paso muy importante, como ya hemos dicho, debe ser dedicarte a construir una mejor persona en ti. Recuerda que el edificio de la santidad en el matrimonio, en la vida consagrada o sacerdocio y en la soltería, debe establecerse sobre los cimientos de una personalidad madura.
Por lo tanto, es necesario que trabajes para llegar a ser una persona (hombre o mujer) completa, madura, plena.
El primer principio que deben seguir quienes se dedican a orientar a los jóvenes que buscan definir su estado de vida es formar hombres y mujeres dotados lo más completamente posible en las virtudes y valores humanos, que trabajen asiduamente por obtener un desarrollo humano integral. Esto servirá de base sólida a la acción sobrenatural de la gracia. Porque «se es primero persona y después santo».
¿Cuales pueden ser tus metas en esta área?
Una sólida formación humana será como una tierra buena: un medio adecuado donde recibir la semilla de la propia vocación y cuidarla para que dé fruto. Por eso debes esforzarte por alcanzar:
- un conocimiento real y objetivo de ti mismo, de tus posibilidades y limitaciones;
- la aceptación de ti mismo, que te permita trabajar con realismo y serenidad en la propia superación;
- un orden recto entre tus impulsos, sentimientos y emociones, y tus facultades superiores de inteligencia y voluntad;
- una conciencia rectamente formada;
- un carácter recio y una voluntad iluminada por la luz de la razón y de la fe;
- la claridad en tus objetivos, y la tenacidad y decisión necesarias para conseguirlos.
Busca tener una visión correcta de las cosas

Es importante que te liberes de las falsas ideas e influencias que circulan actualmente. Porque el mundo no se cansa de bombardear tu mente con criterios erróneos:
- «¡No te cases, no te esclavices!»
- «¿Por qué te consagras? ¡Mejor cásate!»
- «Si te casas también puedes hacer el bien… Casado te necesitamos más…»
- «¡Cásate ya, que se te pasó el tren! ¡Vas a ser un amargado!»
- «Si te quedas soltero no tendrás preocupaciones ni responsabilidades… ¡Te la pasarás muy bien!»
- «Los curas y las monjas son unos acomodados, viven bien, no les falta nada…»
Todas estas (y muchas otras) son mentiras que el mundo se encarga de hacerte creer. Por eso es urgente e importantísimo que te instruyas sobre cada estado de vida, para desechar toda mentira y confusión, y así puedas elegir con objetividad.
Estos son los cimientos para lanzarte a la búsqueda: lee, conoce, conversa con una persona experimentada, haz alguna experiencia o un retiro vocacional… Porque no se puede vivir con plenitud lo que no se conoce profundamente. El conocimiento te enriquecerá y te permitirá hacer una opción mas consciente, más libre y más madura.
Claro que todo esto no está exento de una cierta inclinación gozosa de tu parte, de un cierto sentimiento de gusto por aquello a lo que te inclinas, ya que Dios mismo pone en tu corazón este deseo que te hace inclinarte hacia cierto estado de vida.
Por ejemplo, en el caso de la vida consagrada experimentarás una cierta atracción por la vida espiritual, por el servicio a Dios, por el apostolado. En el caso del matrimonio, cierta inclinación por la relación de pareja o por la maternidad. En el caso de la soltería, la felicidad de tener una sana libertad que te permite ser de todos y de nadie, o el deseo de lograr objetivos personales, fines santos y altruistas.
Acércate al Corazón de Dios

Nadie puede confiar plenamente en alguien a quien no conoce. Por tanto, esta debe ser la gran prioridad: conocer más a Dios, tener una experiencia profunda de su amor, dejarte amar por Él, y consultar con Él todo lo que te sucede en este caminar del descubrimiento de tu vocación.
Por eso es muy importante que antes de elegir estado de vida hagas crecer tu relación con Él. Este es un tiempo especial para profundizar en tu oración personal, en la escucha y meditación de la Palabra de Dios, en la vivencia profunda de los sacramentos.
En este aspecto es muy bueno también buscar un director espiritual, alguien que por su santidad y experiencia de vida pueda acompañarte en el camino, indicándote los pasos que debes ir dando. Por supuesto, él no tomará la decisión por ti, pero te será de gran ayuda para descubrir en tu vida el sueño de Dios.
También será muy bueno que hagas un proyecto de vida, marcándote unas metas y objetivos, con algunas pautas para ir avanzando. Aquí tienes un ejemplo y algunas indicaciones para realizarlo: El Proyecto de Vida: un itinerario de transformación.
Conclusión
Elegir estado de vida no es fácil. Es una de las opciones fundamentales que debe hacer el ser humano, una de las decisiones más importantes que tomarás en tu vida. De lo que decidas hoy depende todo tu futuro y tu felicidad.
Por eso no puedes dejarlo al azar. Es necesario que te esfuerces para elegir lo que realmente Dios quiere para ti, sin dejarte llevar por los criterios errados del mundo, o por las circunstancias. Recuérdalo: toda tu vida está en juego. ¿Vas a dejarte llevar, o te esforzarás por decidir rectamente? ¡Depende de ti!
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